Réquiem por un Vampiro (V.O. Vierges et vampires a.k.a. Requiem pour un vampire)
Francia, 1971
Director: Jean Rollin
Género: Terror
Guión: Jean Rollin
Intérpretes: Marie-Pierre Castel (Marie), Mireille D´Argent (Michelle), Phillipe Gasté (Frédéric)
Música: Pierre Raph
Argumento
Un hombre y dos chicas disfrazadas de payaso huyen en un coche a través de la campiña francesa. Son perseguidos de cerca por otro automóvil. Se desencadena un tiroteo, el hombre con el que están las payasas es alcanzado. El trío logra dar esquinazo a sus perseguidores, pero el herido expira instantes después. Sus últimas palabras son: “La torre del agua”…
Las chicas rocían con gasolina el coche en el que huían y le prenden fuego, con el cadáver de su compañero en su interior. Luego se quitan sus disfraces y se dirigen a una torre, donde encuentran una motocicleta. A bordo de ésta prosiguen su fuga. Para conseguir alimentos, una de ellas entretiene al vendedor de una especie de kiosko-móvil mientras la otra roba las provisiones que necesitan. Llegan a un cementerio en medio del campo. Alertadas por unas voces que escuchan, corren a esconderse. Michelle, una de ellas, cae en una fosa sobre un ataúd. Marie, mientras tanto, ha logrado esconderse tras una tumba. Llegan los sepultureros y comienzan a tapar la fosa, con la chica inconsciente dentro. Pero como ya está oscureciendo dejan el trabajo a mitad y se marchan para continuar al día siguiente. Michelle se despierta semienterrada, y sale del agujero con la ayuda de su amiga.
Poco después llegan a un cercano castillo en ruinas. Las chicas lo exploran, y encontrando una cama en el interior de una de las estancias deciden pasar allí la noche. Se desnudan y comienza a acariciarse cuando escuchan ruidos procedentes del subsuelo. Vuelven a vestirse y empuñan sus pistolas. En el sótano encuentran un putrefacto cuerpo ahorcado. Huyen aterrorizadas y descubren una especie de capilla, donde suena una música de órgano. Ven las figuras de varios individuos encapuchados, ataviados con hábitos de fraile. Cuando se acercan más se percatan de que en el interior de los ropajes sólo hay esqueletos. Quien toca el órgano es una mujer de aspecto inquietante con colmillos de vampiro, vestida con un aristocrático atuendo masculino al estilo del siglo XVIII.
Las chicas quieren huir, pero son retenidas por tres esbirros de la vampiresa. Ésta trata de morderles los cuellos, pero ellas logran escapar. A través del bosque llegan al cementerio, donde ya es noche cerrada. Hasta allí las siguen la vampiresa y sus acólitos con antorchas, y no tardan en volver a capturarlas.
Son conducidas al interior de una de las criptas, transformada en sala de torturas. Allí otras jóvenes cuelgan encadenadas a las pétreas paredes y son violadas, fustigadas o reciben latigazos por parte de los esbirros de la vampiresa Erica. Pero ésta no es la máxima autoridad en esos dominios: Allí en el mausoleo se encuentra el féretro de un viejo vampiro, único superviviente de una ancestral estirpe. El vampiro sabe que no le queda mucho tiempo, y busca urgentemente la forma de perpetuar su linaje.
Las chicas intentan infructuosamente escapar una vez más, pero siempre es inútil. Cuanto más tratan de alejarse, más rápidamente encuentran otra vez el castillo ante sí: “Todos los caminos conducen al castillo”.
Erica les explica que van a ser “iniciadas” en los misterios de la “bendita maldición” vampírica; ellas, que aún son vírgenes, también habrán de transformarse en chupasangres. La vampiresa succiona la sangre de sus cuellos para “encadenarlas” mediante el contagio. Entonces les ordena que salgan a “cazar”, que busquen nuevas víctimas entre los incautos que se acerquen a las ruinas o al cementerio. Deberán actuar como cebos para hombres atrayéndolos al castillo.