Historia de vida y malavida – Carlo Lizzani, 1975

Historias de vida y malavida (V.O. Storie di vita e malavita – Racket della prostituzione minorile)

Italia, 1975

Director: Carlo Lizzani

Género: Drama, polizziesco

Guión: Mino Giarda, Carlo Lizzani, Marisa Rusconi

Intérpretes: Cinzia Mambretti (Rosina), Cristina Moranzoni (Gisella), Annarita Grapputo (Daniela), Sabrina Siani (Lenni)

Música: Ennio Morricone

Argumento

Después de que su padre perdiera trágicamente la vida en un accidente laboral, la adolescente Rosina llega a Milán procedente de Cerdeña en busca de trabajo. La chica, de 16 años, trata así de ayudar a su familia; madre viuda y hermanos pequeños. En Milán es acogida por su prima mayor Elsa, quien junto a su marido está involucrada en turbios asuntos de contrabando. A través de Elsa, Rosina encuentra una ocupación como montadora de cassettes. No tardará en darse cuenta de que se trata de una labor muy mal remunerada, y que además sólo sirve como tapadera al negocio del tráfico ilegal de tabaco.

Elsa anima a Rosina a que salga de fiesta por Milán. En una discoteca, la ingenua jovencita insular conoce a un apuesto joven llamado Salvatore, quien comienza a cortejarla. Éste se comporta de manera muy caballerosa y galante, siempre exageradamente respetuoso y considerado. Tanto es así que sus amigos le apodan “Velluto” (“Terciopelo”) por su delicadeza con las mujeres. La chica termina enamorándose de él. Quince días después de su primera cita, Rosina le entrega su virginidad. Él llega a proponerle el matrimonio. Tras pelearse con su prima, Rosina se instala en casa de Salvatore. Pero pronto comienzan los contratiempos: Salvatore dice estar en una situación económica muy precaria. Le propone a la chica una “solución”, una manera en la que ella podría “ayudarle”: Si ella le ama, deberá realizar por él un “sacrificio”, mediante “el comercio de su cuerpo”. Sólo será “algo temporal”, le asegura. Rosina ha caído en las garras de un manipulador proxeneta…

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Coto de caza – Jorge Grau, 1983

Ayer, 26 de diciembre, fallecía Jorge Grau, director conocido sobre todo por haber realizado «No profanar el sueño de los muertos», obra cumbre del fantaterror hispánico.

Para honrar su memoria publicamos hoy la crítica de «Coto de caza» (1983), su excelente aportación al género quinqui, que además está ambientada en época navideña.

Coto de caza

España, 1983

Director: Jorge Grau

Género: Thriller, drama

Guión: Jorge Grau, Antonio de Jaén, Manuel Summers

Intérpretes: Assumpta Serna (Adela), Víctor Valverde (Jorge), Luis Hostalot (Mauri), Sabrina Siani (Lenni)

Música: Carlos Viziello

Argumento

Adela es una abogada que defiende a delincuentes barriobajeros, como carteristas y atracadores. De claras convicciones progres, la joven letrada considera que los maleantes son “personas que han crecido en un ambiente equivocado, que no han tenido una oportunidad en la vida”, y que debe tenerse compasión de ellos. Inmediatamente después de una de sus peroratas en las que, durante un juicio, calificaba a sus defendidos como “víctimas de la sociedad”, éstos le roban el coche a modo de “agradecimiento”. Los delincuentes son el Mauri y sus compinches el Chato y el Travolta, que habían seguido a la abogada con sus motos desde los tribunales hasta el centro comercial donde ella iba a realizar sus compras navideñas.

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La Rosa Blanca – Roberto Gavaldón, 1961

La Rosa Blanca

México, 1961

Director: Roberto Gavaldón

Género: Drama social

Guión: Roberto Gavaldón, Emilio Carballido, Phil Stevenson (basándose en novela de B. Traven)

Intérpretes: Ignacio López Tarso (Jacinto Yáñez), Christiane Martel (Georgette), Reinhold Olszewski (Kollenz), Rita Macedo (Carmen)

Música: Raúl Lavista

Argumento

Veracruz, 1937. El ranchero Jacinto Yáñez recibe la visita del licenciado Pérez, intermediario para una compañía de explotación petrolífera. Pérez está interesado en adquirir su hacienda “Rosa Blanca”, que incluye vastos terrenos repletos de yacimientos. Sin embargo, Jacinto no está dispuesto a vender las tierras que heredó de sus ancestros y que piensa dejar algún día a su hijo Domingo. Pérez insiste: “Todo hombre tiene su precio…” y prepotentemente vacía sobre la mesa un saco de monedas de oro. La riqueza material parece no impresionar al ranchero, lo que indigna al intermediario de la compañía: “De modo que no quiere colaborar con el progreso…” le espeta, amenazándolo con enviarlo al manicomio, pues “ésta loco”. Además trata de intimidar a su familia.

En Los Angeles, California, el magnate petrolero Mr. Kollenz maneja sus negocios y es informado de que en México un testarudo pequeño terrateniente se niega a vender su propiedad. Los miembros de la junta directiva comienzan a debatir sobre la forma de proceder al respecto: Deciden unánimemente eliminar a Jacinto Yáñez. Pero Kollenz, jefe de la junta, se opone; pues ello podría acarrearles problemas con el gobierno del vecino México, y prefiere traer al ranchero a California para “hablar personalemente con él”. Entonces, si aún así no se le logra convencer de que sea “razonable”, es posible que Yáñez tenga “algún accidente” encontrándose en EEUU. Kollenz contrata a Abner para traer al incómodo mexicano a Los Angeles.

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Tener veinte años – Fernando Di Leo, 1978

Tener veinte años (V.O. Avere vent´anni)

Italia, 1978

Director: Fernando Di Leo

Género: Drami-Comedia softcore

Guión: Fernando Di Leo

Intérpretes: Gloria Guida (Lia), Lilli Carati (Tina), Ray Lovelock (Rico)

Música: Franco Campanino

Argumento

Lia y Tina son dos jovenzuelas “emancipadas y desinhibidas” que se conocen un verano en la playa y deciden ir juntas a Roma en autostop. Tina, la más temperamental de las dos, se describe como “Bella, joven y cabreada” (Bella, giovane e incazzata). Procedentes de familias desestructuradas, Tina se ha escapado de casa y Lia ha crecido en un orfanato de monjas. No estudian, no trabajan, y no tienen domicilio conocido. Las dos amigas llegan a Roma sin dinero pero con mucha cara dura, y una vez en la capital comienzan a hacer de las suyas: Roban en supermercados, provocan sexualmente a un estanquero para conseguir tabaco gratis… Tina es sin duda la más descocada de las dos. No tiene vergüenza ni la conoce.

A las chicas se les ocurre la feliz idea de irse a vivir en una especie de comuna hippy regentada por un estrafalario cincuentón napolitano con ínfulas de gurú conocido como el Nazariota. Éste consiente en aceptarlas en su “casa okupa”, pero solicita que a cambio las muchachas realicen algún tipo de labor para la comunidad: cocinar, limpiar, etc. Las dos golfas se escandalizan cuando oyen hablar de trabajo. Sin embargo, cuando el Nazariota sugiere sutilmente que las recién llegadas podrían realizar “ciertos favores” a “ciertos clientes” eso ya no les parece tan mal… Sobre todo a Tina, que está obsesionada con el sexo, y que nada más llegar a la comuna ya le ha echado el ojo a un joven bien parecido (pero toxicómano) que duerme con la mente extraviada por los efectos del ácido lisérgico. Ante la narcolepsia del individuo que le agrada y la apatía inducida por las drogas de los demás varones de la comuna, la poco recatada Tina exclamará “¿Pero aquí cuando se folla?” (Ma qui quando si scopa?)

Entre los demás residentes de la comunidad hay individuos de diversos pelajes: Drogadictos, vagabundos, maleantes, una joven madre soltera con trillizos, un trío delirante de amargadas e histéricas feministas que promueven el exterminio de los hombres, una especie de grotesco arlequín místico que medita en la postura del loto y desvaría sobre el “padre celestial”… Éste último personaje será el compañero de habitación de las chicas, y seguirá impertérrito e inmutable, inmerso en sus “ejercicios espirituales” aún cuando las atractivas huéspedes se desnuden ante sus narices y realicen toda clase de procaces, sarcásticos e insolentes comentarios

El Nazariota les trae un par de “clientes” a las dos gamberras para que paguen su hospedaje en carne. Empieza una sesión de sexo grupal (siempre ante la presencia del extático mimo meditabundo), pero la diversión se interrumpe repentinamente cuando los dos tipos se deben marchar antes de acabar la “faena”, dejando a las chicas insatisfechas. Así, Tina y Lia quedan solas, calientes y desnudas en la cama… y como en esas circunstancias era de preveer, se lo terminan montando entre ellas.

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De la calle – Gerardo Tort, 2001

De la calle

México, 2001

Director: Gerardo Tort

Género: Drama social

Guión: Jesús González Dávila

Intérpretes: Luis Fernando Peña (Rufino), Maya Zapata (Xóchitl)

Música: Diego Herrera

Argumento

Rufino es un adolescente que malvive en una barriada pobre de México DF junto a su madre, cuyo amante es un corrupto y agresivo agente de policía llamado Ochoa que trafica con pequeñas cantidades de cocaína. La novia de Rufino responde al azteca nombre de Xóchitl, ésta asimismo reside con su madre (y además con su pequeño hijo de una relación anterior) en un destartalado tugurio del extrarradio. Niños que esnifan pegamento, fuman porros, beben alcohol y viven en las alcantarillas componen las amistades de la joven pareja. Cansado de esa vida miserable, Rufino propone a Xóchitl escapar de la ciudad, marcharse hacia la costa. El joven desea además conocer antes a su padre, quien sigue vivo en otra parte de la ciudad y que al parecer se dedicó a la lucha libre. Unos amigos de Rufino realizan un atraco en un establecimiento de la barriada donde Xóchitl trabaja ayudando al tendero. Rápidamente aparecen agentes de la policía, entre ellos el corrosivo Ochoa. Tras el fallido golpe, los compinches de Rufino acusan del fiasco al que les había propuesto el atraco; un individuo que vive en una especie de caravana situada en un vertedero. Esos jóvenes prenden fuego a la caravana provocando la muerte del desgraciado. Rufino se había opuesto a esa demencial acción, pero por el barrio se expanden rumores que lo señalan como autor del homicidio. Ahora, con más urgencia que nunca, Rufino se ve obligado a escapar. El furibundo Ochoa lo busca sin tregua, y para averiguar su paradero realiza una redada en las alcantarillas, donde moran los niños y adolescentes indigentes y drogadictos. Un viejo loco, enajenado de características mesiánicas que deambula por la vecindad, le reafirma en su convicción de que debe encontrar a su padre para dejar atrás el desarraigo…

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Pixote, la ley del más débil (V.O. Pixote, a lei do mais fraco) – Hector Babenco, 1981

Pixote, la ley del más débil (V.O. Pixote, a lei do mais fraco)

Brasil, 1981

Director: Hector Babenco

Género: Drama social

Guión: Hector Babenco, Jorge Durán

Intérpretes: Fernando Ramos Da Silva (Pixote), Jorge Juliao (Lilica), Gilberto Moura (Dito)

Música: John Neschling

 

Argumento

Pixote es un niño de unos 10 años que malvive en una miserable barriada de favelas a las afueras de Sao Paulo. Tras una redada policial va a parar a un sórdido reformatorio, con muchos otros chicos, bastante mayores que él (adolescentes de entre 15 y 18 años), gran parte de los cuales tiene ya a sus espaldas una larga carrera delictiva. Entre los amigos y compañeros de desventuras de Pixote destacan los maleantes y ladronzuelos Dito, Chico y el travesti-prostituto Lilica.

En el tenebroso centro de menores, la atmósfera de violencia es palpable, tanto en los conflictos y reyertas entre los internos (la misma noche de su llegada, el pequeño Pixote es testigo de la violación de otro chico por sus compañeros de dormitorio) como por parte de los «carceleros», quienes en ocasiones propinan brutales palizas a los jóvenes. Como suele suceder en las instituciones penitenciarias, el agobiante ambiente y las constantes «malas compañías» contribuyen a empeorar y acentuar el carácter antisocial de los internos y su propensión a la delincuencia.

Los muchachos (entre ellos Pixote) fuman macunha (marihuana), e inhalan pegamento, lo cual es especialmente tóxico y nocivo, llegando a provocar daños cerebrales irreversibles. Tras uno de sus excesos esnifando cola adhesiva, Pixote termina en la enfermería, y ve allí a uno de sus compinches, Fumaca, vendado y enyesado, en condiciones deplorables, tras haber sufrido una paliza por parte de los «cuidadores» del centro. El aterrado Pixote es testigo de una conversación entre el director del reformatorio y algunos de sus empleados: El jefe decide que hay que deshacerse del jóven malherido, pues su presencia en ese estado puede resultar en sumo grado incómoda ante la posible visita de inspectores.

El corrupto director del centro, ante las esporádicas inspecciones, se esfuerza en presentar al infernal reformatorio como una especie de internado modélico dedicado a la «reinserción social», donde todo funciona a la perfección, y donde los «escasos» disturbios (en realidad cotidianos) se suceden tan sólo por culpa de los incorregibles menores – cosa que no es cierto, pues también los carceleros ejercen constantemente la violencia, abusando de su poder.

Por esos días, el masacrado cadáver de Fumaca aparece en un descampado, y cuando el suceso es retransmitido por las noticias, Pixote y los demás ven en la televisión lo que ha acontecido, así como las mentirosas e hipócritas declaraciones del director, quien cínicamente afirmó ante las cámaras que el interno «se había escapado» y que el personal «no tenía responsabilidad ninguna». Pixote, sin embargo, sabe la verdad; y sus compañeros de reclusión la intuyen. Uno de ellos monta en cólera, y armado cuchillo en ristre amenaza con vengarse, enloquecido y furibundo, de los «cuidadores» asesinos, y se dispone a rajar a quien se interponga en su camino. El senhor Sapato, uno de los carceleros más «humanos», le insta a que deponga su agresiva actitud, y logra desarmarlo. Pero cuando poco después todos se van al dormitorio, el rebelde es agarrado por dos robustos empleados del centro y se lo llevan para torturarlo.

Más tarde en la noche, el magullado moribundo es sigilosamente abandonado en el dormitorio comunitario, donde la mayoría de sus compañeros duerme. Pero ese no es el caso de Lilica, quien se dispone a socorrer a su amigo, y al observar en qué estado se encuentra no puede evitar emitir acongojados gritos de angustia que despiertan a todos los demás. Entre lágrimas, el travesti le declara su amor al contusionado infeliz, pero éste expira instantes después en sus brazos. A continuación se inicia un motín, incendio incluído, de forma que la policía se ve obligada a acudir al centro y al hallar el cadáver intentan interrogar a los reclusos. Mas estos callan; no se atreven a denunciar a sus «cuidadores» por miedo a represalias. La «versión oficial» dice que el jóven golpeado hasta la muerte por los encargados del reformatorio (el segundo adolescente difunto en una semana) «murió durante el motín en una reyerta con otros internos», y en el colmo del cinismo uno de los verdugos llega a acusar a Lilica del homicidio (ante los agentes) por un asunto de «celos entre homosexuales».

Poco después, los jóvenes organizan una fuga masiva y escapan a través de una ventana en el módulo de enfermería. En los días y semanas siguientes, Pixote y sus amigos Dito, Chico y Lilica sobreviven por las calles de Sao Paulo robando bolsos, practicando el carterismo y desvalijando a los pasantes. Más tarde, Lilica logra contactar con un turbio individuo al que conocía de sus tiempos de prostituto callejero, un gangster al que llaman «Cristal», negro de unos 40 años con un encrespado a lo afro, flamante descapotable y lujosa residencia, dedicado al tráfico de drogas. Éste les proporcionará una conexión para un negocio en Rio de Janeiro: Los chicos deberán llevar hasta allí una muestra de cocaína a una mujer llamada Débora, y ésta deberá pagarles la mercancía en efectivo. Dito, Lilica, Pixote y Chico se desplazan en tren hasta Rio, contactan a Débora en un «piso franco» y le entregan la droga, pero ésta en lugar de abonarles la suma acordada les da unos billetes «para que se compren algo de comer» y les dice que debe ir a buscar el resto del dinero, que no lo tiene «aquí», y que la «esperen». Sólo Lilica sospecha de su perfidia, pues efectivamente, como era de suponer, Débora se esfuma. Ahora los jóvenes tienen un problema, pues no pueden volver donde «Cristal» con las manos vacías…

Comentario

Mientras en España el fenómeno del cine quinqui entraba en ebullición de la mano de Eloy de la Iglesia o Juan Antonio de la Loma, en Latinoamérica ésta película brasileña fue la pionera en el subgénero del «favelismo cinematográfico» (que más recientemente produciría éxitos como Cidade de Deus), y de los dramas sociales con delincuentes juveniles como protagonistas. Precursora de grandes films como el colombo-venezolano «Sicario» (José Ramón Novoa), «Pixote, la ley del más débil» también ha dado lugar a alguna que otra secuela, como «Quem matou Pixote?» (José Joffily, 1996).

Hector Babenco realiza una crítica desgarradora al sistema penitenciario para menores, los cuales a causa del maltrato sufrido en los reformatorios desde una tierna edad se vuelven más violentos, perdiendo los escrúpulos que pudieran tener, y reafirmándose en la senda de la criminalidad en lugar de «reinsertarse en la sociedad», como se supone es el objetivo de esos centros. El trágico círculo vicioso se encuentra retratado en la historia de «Pixote» con fidedigna crudeza.

FHP, 2014

Rodrigo D: No futuro – Víctor Gaviria, 1995

Rodrigo D: No futuro

Colombia, 1995

Director: Victor Gaviria

Género: Drama social

Guión: Víctor Gaviria

Intérpretes: Ramiro Meneses (Rodrigo), Carlos Mario Restrepo, Jackson Idrian Gallego

Música: Germán Arrieta

Argumento

Medellín, 1990. Rodrigo es un adolescente apasionado del punk-rock, que junto a sus amigos intenta crear su propio grupo. Algunos de los integrantes de su círculo están implicados en delitos varios, y se ven incluso obligados a huir. Rodrigo intenta comprarse una batería para ensayar, pero sólo logra adquirir los palos.

Comentario:

Soporífera y por momentos ininteligible (debido sobre todo a la pésima calidad de sonido, y no sólo a la críptica jerga que emplean los punks “paisas”). Completa indiferencia hacia el destino de los personajes, no se siente por ellos empatía alguna. El film se sucede, cansina y plúmbeamente, sin que acontezca nada relevante (al menos durante la primera hora). Rodrigo con sus amigos escuchando música, Rodrigo discutiendo con su hermana, siendo amonestado por su padre, sus compinches jugando a una pelea de cuchillos en una casa en ruinas, mientras él “toca la batería” sobre un muro, los jóvenes bañándose en la piscina… Escenas banales y cotidianas acompañadas de música punk…“Rodrigo D: No argumento” sería tal vez un título más apropiado. La implicación de algunos de los jóvenes en hechos delictivos es tratada de manera muy superficial, como si fuera algo secundario, de forma que no es posible generar intriga.

Generalmente, la crítica ha alabado a ésta película, poniéndola a la altura de la brasileña “Cidade de Deus” (2002), la mexicana “Amores Perros” (2000) o comparándola a la también colombiana – aunque producida por Venezuela – “Sicario” (1995). Sin embargo, éstas tres son muy superiores al film de Gaviria, que decepciona por no profundizar en un tema que podría haber dado muchísimo de sí, sobre todo teniendo en cuenta que se rodó en la convulsa ciudad de Medellín y está ambientada en 1990.

FHP, 2014

Vite perdute – Giuseppe Greco (a.k.a. Giorgio Castellani), 1992

Vite perdute

Italia, 1992

Director: Giuseppe Greco (a.k.a. Giorgio Castellani)

Género: Drama social, tragicomedia

Guión: Giuseppe Greco

Intérpretes: Maria Amato, Carlo Berretta, Gianni Celeste

Argumento

La película cuenta las andanzas de un grupo de jóvenes delincuentes de medio pelo en la turbulenta Palermo de principios de los noventa (algo así como los “perros callejeros” sicilianos). Se suceden varios episodios interrelacionados por la involucración de los integrantes de la banda, que también por separado hacen de las suyas, en sus respectivos microcosmos.

Al inicio del film, comienza la historia vista desde la perspectiva de un pobre desgraciado muerto de hambre, que se las ingenia para sustraer un pollo asado con la ayuda de una especie de tridente, y que está perdidamente enamorado de Lucia, una chica de familia acomodada, que pasa de él olímpicamente. Como el infeliz no tiene teléfono en su casa, le escribe una carta a Lucia rogándole que llame al teléfono de su vecina, la signora Carmella, y que ésta le avisaría a él. Obviamente, ella nunca le llamará; y sin que volvamos a tener noticia del desventurado, la siguiente escena nos transporta a las correrías del grupo delictivo…

El líder de los malvivientes es un veinteañero llamado Rosario. Él y su banda organizan el secuestro de Lucia, la hija de familia rica. Un día la interceptan a la salida de su casa y la introducen por la fuerza en un coche, dándose a la fuga. Una patrulla de la policía secreta que se encontraba en las inmediaciones observa los hechos y se dispone a detener a los delincuentes. Se desata una larga persecución por las calles de Palermo, que luego continúa en la carretera por las montañas a las afueras de la ciudad. Los secuestradores huyen en dos coches diferentes, y uno de ellos (con la policía “pisándole ya los talones”); precisamente aquel donde también se encuentra la secuestrada, se sale de la carretera y cae rodando por una empinada pendiente, impactando contra las rocas y explotando a continuación. Rosario, que iba en el otro coche algo más por delante, contempla la escena estupefacto, y para vengar a sus amigos, frena, desciende del automóvil y acribilla a balazos a los policías perseguidores, a los que considera responsables de la tragedia.

Por la noche está en su cama tratando de dormir, sin lograr conciliar el sueño a causa de la congoja que le producen los hechos del día; cuando llega su madre (muy preocupada por la vida inestable y errática que lleva) y le amonesta por “no seguir con sus estudios”, “no buscarse un trabajo”, etc, como las madres típicamente suelen hacer.

La progenitora de Rosario trabaja de criada en la casa de un influyente político, que se siente eróticamente atraído por ella. Se trata lógicamente de una madurita, pero el rechoncho y calvo “onorevole” es aún más “madurito”, y se aprovechará sexualmente de ella cuando Rosario es encarcelado tras un intento de atraco, pues con sus influencias consigue la rápida liberación del joven a cambio de ciertos “favores” por parte de la madre de éste. Rosario es puesto en libertad no sólo debido a la intercesión del político, sino también debido a que un incómodo testigo de sus fechorías ha sido intimidado por sus secuaces para que en el momento del careo padezca ciertas “lagunas mnemónicas”, declarando “no acordarse” y “no reconocer” al delincuente entre los sospechosos… Una vez el jefe del grupo está en la calle, se reúne con sus „discípulos“ y tiene lugar una especie de parodia de la última cena.

Pero un policía que se parece a Bud Spencer, insatisfecho con el lamentable hecho de que los rateros salgan a la calle poco después de ser detenidos y harto de la impotencia de la justicia para condenar a los delincuentes, tratará de poner fin a las correrías de Rosario y los suyos.

Comentario

Las tramas dentro de la trama no siempre están bien hilvanadas, de forma que a veces no alcanza del todo a comprenderse la “historia-esqueleto” que sostiene a la película. Por ejemplo, el pobre desgraciado que aparece al inicio, que en los primeros diez minutos se supone que será el protagonista, y con el que el público empieza a sentir gran empatía, ya no vuelve a aparecer más. Ésto es atribuíble a los fallos que presenta en el guión ésta desconocida (pero interesante) producción transalpina.

Existen ciertas reminiscencias pasolinianas (y “eloydelaiglesianas”), pues se encuentra retratado ese subproletariado con tendencia a la comisión de actos delincuenciales, temática recurrente del cineasta boloñés, como en “Accatone” (1961) o “Mamma Roma” 1962) (y en España, del cine quinqui)… En éste contexto también viene a la memoria “Amore Tossico” (1983) de Claudio Caligari (protagonizado, como “El Pico” (1983), por auténticos yonkis y maleantes), aunque éste film se encuentra más bien encuadrado en la línea de “Christiane F.” (1981) y los dramas de drogodependientes heroinómanos de los años ochenta.

El director de éstas “Vidas Perdidas” es el hijo, nada menos, que del jefe de la Mafia siciliana Don Michele Greco (1924-2008), conocido como “El Papa” y mediador entre las familias de la Cosa Nostra, condenado en el Maxiprocesso de Palermo en 1986 – Una especie de Vito Corleone de la vida real.

La banda sonora corre a cargo de un grande: Claudio Simonetti, líder de los Goblin, compositor también de la excelente y setentera/ochentera música synth-rock-wave que acompaña a la mayoría de las películas de Dario Argento (“Suspiria”, “Profondo Rosso”, etc).

FHP, 2014