Yo iré como un caballo loco – Fernando Arrabal, 1973

Iré como un caballo loco (V.O. J´irai comme un cheval fou a.k.a. “I will walk like a crazy horse”)

Francia, 1973

Director: Fernando Arrabal

Guión: Fernando Arrabal

Intérpretes: George Shannon (Aden Rey), Hachemi Marzouk (Marvel)

Género: Surrealista

Argumento

Tras la muerte de su madre, Aden Rey abandona la ciudad y se dirige en un jeep al desierto. Como la señora ha sido asesinada, la policía inicia una investigación. La desaparición del hijo resulta más que sospechosa para el comisario, y las autoridades se disponen a localizar a Aden. Éste, que procede de una familia de clase alta pero conflictiva, tenía una relación muy estrecha con su posesiva madre.

Una vez en el desierto, Adén se encuentra con una especie de anacoreta que vive entre las arenas. El extraño personaje, cuya única compañía son un camello, una cabra, una serpiente y unos escorpiones, nunca ha conocido la civilización. Cuando Adén le apunta con una pistola, el inocente hombre del desierto la toma creyendo que se trata de una flauta – y es capaz de tocar una melodía con ella.

Adén y Marvel, que así se llama el enigmático individuo, pronto se hacen amigos. El joven de la ciudad (a quien la policía continúa buscando) tiene pesadillas y alucinaciones en las que rememora su infancia. Adén le habla al anacoreta sobre las bondades del mundo civilizado. Le enseña un maletín repleto de billetes, Marvel nunca había visto antes el dinero. “Con ésto puedes conseguir todo lo que necesitas” le dice Adén. “¿La salud? ¿El amor? ¿La felicidad?” pregunta ingenuamente el hombre del desierto.

Un día Adén decide regresar a la ciudad, llevándose consigo a su nuevo amigo. También la cabra de Marvel viajará con ellos a bordo del jeep.

Una vez en la ciudad, se instalan en un apartamento, mientras la policía sigue al acecho. Adén quiere que Marvel conozca los placeres de la carne, y lo lleva a una amiga suya para que ella lo “inicie”. Pero la joven siente repulsión al ver al excéntrico anacoreta (al que debido a su baja estatura llama “gnomo”). A causa de ello, Adén y la chica se pelean; con tan mala fortuna que ella cae golpeándose en la cabeza y desnucándose. En lugar de deshacerse del cadáver, Adén lo lleva hasta el mismo cementerio donde está enterrada su madre, y lo deja junto a su tumba. Ahora la policía tiene un motivo más para perseguirlo.

Adén prosigue su fuga hacia ninguna parte, en compañía de su estrafalario y misterioso amigo…

Comentario

El excéntrico dramaturgo melillense Fernando Arrabal, residente en Francia desde los años ´50, realizó algunas incursiones en el cine; aportando su peculiar visión inspirada por el surrealismo y el teatro del absurdo à la Ionesco.

Junto con Alejandro Jodorowsky y Roland Topor, Arrabal crearía en el París de los años sesenta el “movimiento Pánico” (así denominado en honor al fauno y semi-dios grecolatino Pan), que escenificaba obras de teatro espontáneas (improvisadas) y por tanto “únicas”.

“Iré como un caballo loco” constituye una crítica (lamentablemente un tanto pueril) al mundo moderno, a su desarraigo y pérdida de conexión con la naturaleza, a la civilización hipócrita, consumista y deshumanizada – todo ello bajo el prisma del surrealismo arrabaliano y con bizarras escenas oníricas y delirantes similares a las que también gusta de emplear su colega Jodorowsky: Derviches danzando en el desierto con máscaras de gas, esqueletos ahorcados en las inmediaciones de la ciudad besados por una mujer desnuda, la madre que enciende el falo erecto de Adén como si fuera una vela…

Marvel, que es capaz de convertir el día en noche y viceversa chasqueando los dedos, come arena y excrementos de cabra envueltos en pétalos de rosas y se corta las uñas una vez al año para guardarlas en un saco. Más adelante, mientras Marvel está ausente, Adén cuenta las uñas que hay en el saco para averiguar su edad. El número de uñas es interminable, llega a contar más de 200.

También hay un “momento místico” (de cierta impronta jodorowskyana) en el que Marvel y Adén visitan una iglesia. El cura pronuncia un sermón sobre “Jesucristo, que fue crucificado por nuestros pecados”, hablando del gran sufrimiento por el que tuvo que pasar a causa de  nuestras culpas. Entonces Marvel, conmovido, se dirige al crucifijo del altar para quitarle los clavos a Jesús y “liberarlo”. Aunque, inocentemente lo hace con buenas intenciones, los feligreses se le echan encima acusándolo de blasfemia. Esa secuencia es claramente una crítica a la religión institucionalizada y sus paradojas – que no a la espiritualidad en sí.

A partir de la segunda mitad, la película contiene asimismo momentos sumamente sórdidos y grotescos (repletos de connotaciones edípicas y homosexuales) así como, “de postre”, un apoteósico festín caníbal-transmutacional…

La madre de Adén, una dominante dama burguesa, ha sido asesinada; pero no sabemos por quién. La policía sospecha del hijo, ya que éste se ha dado a la fuga después del crimen. Adén representa al hombre a quien la materialista sociedad del “progreso” ha alienado. Inicialemente cree vivir en el mejor de los mundos posible, y trata de convencer al anacoreta Marvel de los beneficios de la civilización. Marvel es el arquetípico “buen salvaje”, un ser primitivo e inocente que pronto se horroriza al ser trasladado a la ciudad.

La banda sonora incluye ópera, zarzuela, ritmos atmosféricos con un aura de irrealidad, una especie de canción infantil francesa y también la conocida marcha militar alemana de la IIGM “Erika” (ésta última suena mientras Adén y Marvel se dirigen a través de la carretera rumbo a la ciudad – Arrabal pretende así insinuar que la civilización es “fascista”…)

André Breton, Luis Buñuel, Antonin Artaud o el Marqués de Sade se encuentran entre las influencias más importantes de Arrabal – quien en su país de origen, España, es más conocido por aparecer ebrio en un programa de Fernando Sánchez Dragó (“el milenarismo va a llegarrr…”) que por su contribución al teatro y al séptimo arte.

FHP, febrero de 2016

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