Lone Wolf and Cub / Kozure Okami (Parte I): «La espada de la venganza» – Kenji Misumi, 1972

El lobo solitario y su cachorro: niño y maestría de alquiler (V.O. Kozure Ōkami: Kowokashi udekashi tsukamatsuru / T.I. „Lone Wolf and Cub: Sword of Vengeance“)

Japón, 1972

Director: Kenji Misumi

Género: Chambara, Jidaigeki

Guión: Kazuo Koike, Goseki Kojima

Intérpretes: Tomisaburo Wakayama (Itto Ogami), Akihiro Tomikawa (Daigoro), Tokio Oki (Retsudo Yagyu), Tomoko Mayama (Osen)

Música: Hideaki Sakurai

Argumento

El shogunato Tokugawa controla férreamente el Japón, pero las intrigas entre los diversos clanes que se reparten el poder hacen tambalear de vez en cuando la estabilidad. Para mantener la situación bajo control, el shogunato ha creado desde Edo varios organismos oficiales cuya misión es velar por el buen funcionamiento de las instituciones y el equilibrio entre los clanes. A esos aparatos estatales está supeditada la función de los espías (que hoy se llaman más frecuentemente agentes secretos), la de los ninjas (o integrantes de los cuerpos de élite) y la del kaishakunin shogunal, el verdugo supremo. La misión de éste último consiste en asistir a los nobles que hayan sido condenados por el shogun a practicarse el suicidio ritual del seppuku, cortándoles la cabeza de un certero tajo para evitarles el inmenso sufrimiento que implica tener que abrirse el vientre.

Itto Ogami, samurai de rancio abolengo y experto en el manejo de la espada con el estilo de la escuela Suio (Suiō-ryū) ostenta la dignidad de kaishakunin al inicio de ésta historia. Todo vestido de blanco (el color del luto en la tradición japonesa), ejerce solemnemente sus funciones de verdugo decapitando a nobles que han perdido la gracia del shogun. En las primeras escenas debe incluso decapitar a un niño, un pequeño príncipe que, guiado por su desolado preceptor, se aprieta una espadita de madera contra el vientre para remedar simbólicamente el acto del hara-kiri.

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La Muñeca Perversa – Rafael Baledón, 1969

La Muñeca Perversa

México, 1969

Director: Rafael Baledón

Género: Suspense, terror

Guión: Rafael Baledón

Intérpretes: Marga López (Elena), Joaquín Cordero (Ricardo), Norma Lazareno (Rosi)

Música: Raúl Lavista

Argumento

La atribulada familia Montenegro atraviesa por un momento de duelo. Acaba de fallecer la matriarca, una severa y complicada señora; lo cual ha reunido de nuevo bajo un mismo techo a sus hijos e hijas, a sus yernos y nueras, y a sus dos nietas. Tras el entierro, todos regresan a la mansión y Leticia, una de las hijas, declara histéricamente estar convencida de que su madre fue asesinada mediante envenenamiento. Ello contribuye a exasperar e irritar a los demás integrantes del clan. Casualmente ese mismo día, los Montenegro tienen noticia de que la esposa de uno de los hijos de la difunta ha escapado del centro psiquiátrico en el que se encontraba recluída. La mujer había sido internada en el manicomio por haber asesinado al jardinero con unas tijeras de podar. Y se dala coincidencia de que se llevaba muy mal con su suegra… Por ello las sospechas de Leticia no hacen mas que incrementarse, y algunos de los demás también comienzan a creer que no anda tan desencaminada. Deciden realizar una exhumación del recién sepelido cadáver para analizar la causa concreta del deceso.

Mediante una serie de flashbacks vamos descubriendo ciertos transfondos acerca de los sucesos que han desembocado en la situación actual. La loca que ahora escapó del frenopático comenzó a perder sus facultades mentales a causa del alcoholismo. Cuando ella y su esposo llegaron, recién casados, a casa de la matriarca, la nuera empezó a beber al sentirse rechazada por su despótica madre política. Años más tarde, recluída en una casa que el joven matrimonio se había hecho construir frente a la de la anciana, la mujer siguió bebiendo ya nacida su hija Rosi. Ésta, una dulce y sensual, pero sumamente pérfida adolescente, continuó suministrándole bebidas alcohólicas a su madre con el fin de incrementar su adicción. Las botellas las conseguía Rosi a través de su amigo Larry, el hijo de un farmacéutico y boticario, que a cambio reclamaba favores carnales.

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Trilogía Hanzo the Razor / Goyokiba (Parte III): ¿Quién tiene el oro? – Yoshio Inoue, 1974

Hanzo el Navaja: ¿Quién tiene el oro? (V.O. Goyōkiba: Oni no Hanzō yawahada koban, a.k.a. “Hanzo the Razor: Who’s Got the Gold?”)

Japón, 1974

Director: Yoshio Inoue

Género: Chanbara, jidaigeki

Guión: Kazuo Koike, Takeshi Kanda, Yasuzo Masumura

Intérpretes: Shintaro Katsu (Hanzo), Ko Nishimura (Magobei Onishi), Mako Midori (Yumi), Mikio Narita (Bansaku Tonami)

Música: Hideaki Sakurai

Argumento

Los dos escoltas de Hanzo, “Víbora“ y „Fuego del Infierno“, se encuentran una noche pescando en las inmediaciones del castillo de Edo donde se custodian las reservas de oro. De repente perciben una extraña presencia: El fantasma de una mujer se les acerca amenazante. Los dos echan a correr despavoridos y regresan junto a su jefe. Éste, entre socarronas risas, les dice que lo lleven a éste lugar, pues nunca “se lo ha montado” con una fantasma… Hanzo y sus escoltas regresan, y la espectral mujer vuelve a aparecer. Pero el oficial de la policía shogunal intuye que el misterioso “fantasma” es en realidad una fémina de carne y hueso, y ordena a sus lacayos que la capturen. La mujer se lanza al río pero Hanzo se echa al agua tras ella y consigue apresarla. Además, “el Navaja” encuentra unas gruesas cañas de bambú en el fondo del río, y las saca fuera. La “fantasma” y las cañas son transportadas hasta la casa del agente.

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Trilogía Hanzo the Razor / Goyokiba (Parte II): La trampa – Yasuzo Masumura, 1973

Hanzo el navaja: La trampa (V.O. Goyōkiba: Kamisori Hanzō jigoku zeme, a.k.a. “Hanzo the Razor: The Snare”)

Japón, 1973

Director: Yasuzo Masumura

Género: Chanbara, jidaigeki

Guión: Kazuo Koike, Yasuzo Masumura

Intérpretes: Shintaro Katsu (Hanzo), Ko Nishimura (Magobei Onishi), Keiko Aikawa, Kazuko Inano

Música: Isao Tomita

Argumento

El agente de policía Itami “Kamisori” Hanzo persigue a dos sospechosos que huyen al verlo llegar. Cuando éstos se disponen a cruzar un puente por el que en esos momentos pasa la comitiva del tesorero shogunal Okubo, Hanzo continúa persiguiéndoles, sin presentar sus respetos al importante funcionario, ignorando su presencia y chocando con sus acompañantes. Ello indigna a los samurais de Okubo, que se disponen a atacar al oficial. Uno de ellos, Junai Mikoshiba, desenfunda y comienza a pelear contra Hanzo cuando su jefe se lo ordena. Pero, al ver que están demasiado igualados, Okubo frena la disputa, y “perdona” a Hanzo por su “poco respetuosa” actitud. El policía, conocido como Kamisori (el Navaja), porque domina una técnica de combate con armas blancas cortas, no se disculpa, pues piensa haber actuado en todo momento con corrección: Su deber consiste en arrestar delincuentes allá donde éstos se encuentren.

Cuando Okubo y sus samurais prosiguen su camino, Hanzo arresta finalmente a los sospechosos que estaba persiguiendo: Éstos llevaban consigo una bolsa que contenía ropas caras de mujer, pero manifiestan no haber cometido ningún delito: Se limitaron a desnudar a una chica muerta que encontraron en un molino, para vender el valioso kimono que llevaba puesto.

Los detenidos conducen hasta allí a Hanzo y a sus dos escoltas (dos antiguos presos cuyos apodos son “Víbora” y “Fuego del Infierno”). Hanzo comprueba que la joven murió a causa de un aborto. El policía comienza sus investigaciones, y averigua que la ilegal interrupción del embarazo se realizó en un templo, por parte de una sacerdotisa.

Hanzo asalta de improviso el lugar consagrado, interrumpiendo un nuevo ritual abortivo… Sus criados portan consigo el féretro con el cadáver de la muchacha, y la sacerdotisa la reconoce, revelando su identidad. Pero afirma que Omachi abandonó viva su templo, y que ella no tiene responsabilidad alguna de su muerte. La vestal asegura que se ve obligada a practicar abortos porque el gobierno produce monedas falsas, devaluando el dinero, y empobreciendo a los campesinos… Así las mujeres de clase baja no pueden permitirse traer al mundo demasiados hijos y no tienen más remedio que recurrir frecuentemente al aborto.

El intrépido oficial está dispuesto a llegar hasta el fondo. El cuerpo de la difunta lo llevan a sus padres, y allí Hanzo interroga al progenitor, para averiguar quién pudo haber dejado embarazada a Omachi. El pobre hombre, entre sollozos, asegura que su hija “era virgen”, que no tenía ningún pretendiente… Pero finalmente sale a la luz que la joven pasó un tiempo “aprendiendo la ceremonia del té” en el templo de Kaizan… “Tuvo que ser allí donde la chica fue preñada…” piensa Hanzo.

Tras recibir la autorización de que Omachi puede ser sepultada allí, los padres de la joven parten hacia Kaizan acompañados por “Víbora” y “Fuego del Infierno”, los criados de Hanzo. Éstos portan el ataúd, que es enterrado en el camposanto del convento.

Por la noche, cuando todos se han retirado, comienza a temblar la tierra en el lugar donde supuestamente los restos de la muchacha han sido inhumados… Hanzo, que era quien en realidad se encontraba en el interior del ataúd, surge de la tumba; con blanca túnica y cabello suelto. El “entierro de Omachi” era la estratagema empleada para poder colarse en el convento de Kaizan y continuar investigando.

Allí la sacerdotisa Nyokai no se dedica precisamente a “enseñar la ceremonia del té”, sino a cosas muy distintas: Subasta bellas jóvenes a ricos mercaderes, que pagan fortunas a cambio de acostarse con virginales muchachas (como Omachi). Kamisori Hanzo interviene, habiendo destapado la trama de prostitución y trata de blancas con la que se financia el convento, y arrestando a la sacerdotisa Nyokai.

A ésta, el oficial la lleva a su casa, donde le tiene reservadas algunas “torturas” que ya vimos en la primera entrega de la trilogía: Primero, la rapada sacerdotisa debe soportar sobre sus piernas el peso de gruesos bloques de piedra (de 45 kilos cada uno). Hanzo mismo “conoce el límite” pues él mismo se autoimpone esa mortificación para comprobar el dolor que es capaz de aguantar el cuerpo humano (tal y como puede verse en Goyōkiba). La extenuada Nyokai pierde el conocimiento, pero se niega a hablar. Hanzo trata de hacerle confesar quienes son los que manejan los hilos de la red dedicada a la prostitución; pues ella desde su convento no es más que una simple intermediaria.

Como no hay forma de hacerla confesar, el muy viril agente de la ley recurre a otra modalidad de “tortura” para la que entrará en juego su portentoso falo (que Hanzo entrena diariamente flagelando con una madera, y copulando con sacos de arroz). La sacerdotisa es introducida desnuda en una malla de cuerdas, y mientras los criados la suben y la bajan tirando de una soga con el sistema de polea, Hanzo se sitúa debajo con su miembro erecto… “No puedes hacerme eso, soy una sacerdotisa consagrada al señor Buda” “Sacerdotisa o no, aún eres una mujer” repone Hanzo impertérrito. “Antes has conocido el infierno” añade aludiendo a la tortura con los bloques de piedra, “ahora verás el paraíso…” Y así, con varios giros usando su colosal falo a modo de eje, el oficial “tortura” a su detenida, con el propósito de que revele todo lo que sabe… Como a todas las mujeres que caen en sus redes (nunca mejor dicho, en éste caso) a Nyokai la “violación” termina gustándole: “No! No… No pares!” “Si no me lo cuentas todo, pararé…” De ese modo, Hanzo consigue la información que necesitaba… y después se relaja con la sacerdotisa en un baño caliente bebiendo sake…

 

Comentario

Gracias a la confesión de la sacerdotisa, Hanzo averigua que el daimyo Okubo, el tesorero shogunal con el que se enfrentó al principio, no sólo se lucra gracias a la trama de prostitución organizada en su convento, sino que además está implicado en la devaluación de la moneda, pues ordena la producción de más dinero del que está respaldado por las reservas de oro. Ello provoca que la gente humilde se empobrezca cada vez más, viéndose las mujeres pobres en la necesidad de abortar cuando ya no pueden mantener a más niños en sus familias.

Además, Hanzo pronto recibe un nuevo encargo de sus superiores, entre los que se encuentra el corrupto Hebi-no-Magobei (El “Serpiente” Magobei Onishi). Cuando Hanzo, acusado de entrar por la fuerza en conventos y ser poco respetuoso con el tesorero Okubo, repone que él es “el mejor policía del Japón”; el alto magistrado le exhorta a que entonces detenga al “peor ladrón del Japón”: Un peligroso, brutal y violento criminal llamado Shobei Hamajima. Se ha extendido el rumor de que Shobei, quien viola y asesina a las víctimas de sus asaltos, piensa desvalijar la Casa de la Moneda, que es donde se fabrica el dinero del estado.

Hanzo acude allí, para proteger el edificio y a la aún joven viuda Riku, responsable del buen funcionamiento de la institución…

Ésta segunda parte de la trilogía sobre Hanzo, que también vi en su momento allá por 2008, cuenta nuevas historias que nada tienen que ver con la primera Goyōkiba. Aún así es mejor ver las tres películas por orden, porque en la Goyōkiba del año anterior, dirigida por Kenji Misumi, nos presentan a los personajes: El carismático policía protagonista Hanzo, sus acólitos ex-presidiarios (no exentos de tintes cómicos pese a sus feroces apodos: “Víbora” y “Fuego del Infierno”), el superior Onishi…

La segunda entrega (“Hanzo the Razor: The Snare”, 1973) resulta aún mejor que la primera parte (“Hanzo the razor: Sword of Justice”, 1972) y está llena de numerosos momentos memorables: El falso hara-kiri que Hanzo realiza habiéndose colocado en el vientre una sandía… La forma que tiene el oficial de “proteger” a la encargada de la Casa de la Moneda (que no difiere demasiado de la forma de “torturar” a las sospechosas)… Riku se encontraba inicialmente muy tensa y nerviosa, algo que podría delatar al ladrón Shobei la presencia de Hanzo allí. Por ello, el oficial decidió tranquilizarla a base de una sesión de sexo salvaje. Las mujeres no pueden resistirse a su pétreo y hercúleo falo (entrenado diariamente en el saco de arroz).

También en “The Snare” apreciamos las trampas de las que está llena la casa del héroe: Mientras Hanzo se relaja y bebe sake con la sacerdotisa, unos ninjas hacen irrupción en su domicilio, pero son frenados por las lanzas y afiladas barras que surgen de techos y paredes. Luego, con su navaja, su katana y sus puños de hierro, Hanzo se encarga de los supervivientes.

Excelente también la escena del duelo final en el puente entre Hanzo y el samurai Junai Mikoshiba, escolta de Okubo. Cuando Kamisori Hanzo destapa los turbios negocios en los que el tesorero está inmerso (trata de blancas, juego, especulación financiera…) y presenta como testigos de sus acusaciones a la sacerdotisa Nyokai y a la encargada de la Casa de la Moneda, Okubo es arrestado, confinado en prisión, su título de daimyo disuelto y sus propiedades repartidas. (Hanzo nunca se siente intimidado por la posición social de nadie; si se trata de un individuo corrupto su misión es neutralizarlo, sea quien sea). De ese modo, Junai queda sin amo y vuelve a ser un ronin. En la escena final reta a Hanzo a un duelo, y tras una breve pelea es herido de muerte por el oficial… Pero antes de expirar, usa las últimas fuerzas que le quedan para practicarse el seppuku, ante la atónita mirada de Hanzo y sus criados.

En ésta segunda parte, también la música es mejor que en el primer film. En Goyōkiba, la banda sonora (de Kunihiko Murai) tenía ritmos demasiado setenteros, que por momentos se aproximaban más al blacksploitation que al jidaigeki. Aquí, sin embargo, también se incluyen ritmos envolventes e hipnóticos, rozando en ocasiones la psicodelia, que resultan más apropiados para la película (banda sonora de Isao Tomita).

Si la primera parte fue realizada por Kenji Misumi, para “The Snare” el director encargado fue Yasuzo Masumura. En 1960, Masumura había dirigido “Karakkaze Yaro”, un gendai-geki (película japonesa de gangsters) cuyo personaje principal era un yakuza interpretado nada más y nada menos que por el gran escritor Yukio Mishima (quien diez años más tarde se haría el seppuku a modo de protesta para expresar su disgusto por la colonización y la decadencia de su patria).

FHP, 2015

Trilogía Hanzo the Razor / Goyokiba (Parte I): La espada de la justicia – Kenji Misumi, 1972

Hanzo el navaja: La espada de la justicia (V.O. Goyōkiba, a.k.a. “Hanzo the Razor: Sword of Justice”)

Japón, 1972

Director: Kenji Misumi

Género: Chanbara, jidaigeki

Guión: Kazuo Koike, Takeshi Kanda

Intérpretes: Shintaro Katsu (Hanzo), Ko Nishimura (Magobei Onishi), Yukiji Asaoka, Mari Atsumi

Música: Kunihiko Murai

Argumento

Itami Hanzo es un oficial de policía en la ciudad de Edo (actual Tokyo) durante los últimos años del shogunato Tokugawa. Cuando le llega el momento de prestar juramento de fidelidad ante sus superiores y camaradas se niega a hacerlo, pues es consciente de que el organismo al que pertenece es sumamente corrupto. Su sentido del honor le impide firmar con su propia sangre un documento que no es más que una hueca formalidad burocrática. A Hanzo le asquea la doble moral: Los ricos y poderosos, aquellos que están “conectados” con las altas esferas, los “peces gordos” de la criminalidad, nunca son molestados; y los policías shogunales deben entretenerse limitándose a arrestar a pequeños malhechores.

El superior inmediato de Hanzo es Magobei Onishi, apodado “Serpiente”. Hanzo tiene a su servicio a dos rehabilitados ex-delincuentes que trabajan para él como criados. El incorruptible oficial, que practica metodologías sumamente contundentes a la hora de interrogar sospechosos, se somete voluntariamente a pruebas físicas muy dolorosas: “Las torturas que aplico, debo conocerlas yo mismo”. De ese modo, siguiendo tal vez el nitzscheano precepto de que “lo que no me mata me hace más fuerte”, ordena a sus sirvientes que le vayan colocando gruesos bloques de cemento en las piernas, mientras se encuentra sentado sobre sus tobillos encima de un tablón de madera con afiladas puntas.

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Soñar no cuesta nada – Rodrigo Triana, 2006

Soñar no cuesta nada

Colombia, 2006

Director: Rodrigo Triana

Género: bélica, drama, comedia

Guión: Jörg Hiller, Clara María Ochoa

Intérpretes: Diego Cadavid (Lloreda), Juan Sebastián Aragón (Venegas), Manuel José Chávez (Porras)

Música: Nicolás Uribe

Argumento

Un grupo de soldados del ejército colombiano se encuentra cumpliendo una misión en el interior de la selva. El comando “Destroyer” debe enfrentarse a la guerrilla y llega hasta un campamento abandonado hace poco por los subversivos. Lo que no saben es que su misión consistía concretamente en liberar a tres gringos. “Para eso estamos arriesgando el pellejo” protestan varios cuando se enteran a través de la radio. Allí en el campamento descubren un pequeño arsenal a base de fusiles de asalto AK-47. Esperan ser recogidos lo antes posible por otras unidades del ejército, pues se les están acabando las provisiones, y hay varios “lanzas” enfermos con paludismo.

Uno de los reclutas tiene la fortuna de encontrar semienterradas varias caletas repletas de millones de dólares. Se lo comunica a unos pocos camaradas y tratan de que no se enteren más. Al principio no piensan reportar el hallazgo a su superior, pero son descubiertos de todos modos tras el accidental explosionar de una mina, tambien enterrada junto a uno de los contenedores. Uno de los reclutas, Elmer Porras, no considera que sea honesto quedarse con el dinero, que procede de las actividades ilícitas de las FARC, y piensa que hay que entregarlo a las instancias competentes. Pero hasta el teniente, la máxima autoridad en el pelotón, decide que la fortuna sea equitativamente repartida entre todos los componentes del comando “Destroyer”. La suma total que corresponde a cada uno de los soldados asciende a unos 100.000 US$.

Pero pronto empiezan los problemas, pues los “dolorosos” no se pueden comer. Los nuevos millonarios siguen en las profundidades de la selva abandonados a su suerte por el ejército para el cual combaten, que parece haberse olvidado de ellos. También comienzan ciertas maniobras especulativas, con arbitrarios cambios de pesos por dólares y juegos de cartas con altas apuestas, que dan pie a enfrentamientos y rivalidades en el seno de la tropa. Para agilizar el rescate, uno de los soldados toma la resolución de dispararse un tiro en el pie. Consigue de ese modo que el teniente pueda comunicarse exitosamente con otras unidades con la excusa de que “están siendo atacados y hay un soldado herido”, para que rápidamente envíen refuerzos y helicópteros al rescate.

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Zatoichi el fugitivo – Tokuzo Tanaka, 1963

Zatoichi el fugitivo (V.O. Zatôichi kyôjô-tabi, a.k.a. „Zatoichi the fugitive“)

Japón, 1963

Director: Tokuzo Tanaka

Género: Chambara, jidaigeki

Guión: Kenichiro Hara

Intérpretes: Shintaro Katsu (Zatoichi), Miwa Takada (Nobu), Masayo Banri (Tane)

Música: Akira Ifukube

Argumento

Llegado a una nueva comarca, Ichi participa en unos torneos de lucha libre para ganarse el sustento. Sin grandes dificultades vence rápidamente a cinco contrincantes, a pesar de ser ciego. Tras ello, se dispone a proseguir su camino. Pero ignora que la Yakuza local ha puesto precio a su cabeza. Un asesino a sueldo trata de matarlo cuando se relaja junto a un río. Pero Zatoichi se percata de su presencia y tras desenfundar su afilada hoja de la caña que le sirve de bastón, raja a su agresor. Éste se tambalea y cae moribundo, pero aún acierta a decirle a Zatoichi que había intentado matarle para cobrar la jugosa recompensa que por su cabeza se ofrece. Antes de exhalar su último aliento, también le dice al prodigioso espadachín invidente el municipio donde reside su madre, que pertenece a la Yakuza. Ichi se encamina hacia esa localidad en busca de la señora, la anciana Maki, a la que informa con pesadumbre sobre la muerte en combate de su vástago, reconociendo ser él mismo el responsable de tal defunción. Maki inicialmente se acongoja y enfurece, pero pronto reconoce la valentía, el coraje y la honestidad de su interlocutor, por atreverse a ir a verla con esa noticia y traerle personalmente los ahorros que su hijo portaba consigo. Así, Maki decide perdonar a Ichi. No así otros miembros de la Yakuza local, que insisten en que el ciego debe ser ejecutado por haber desafiado al clan, y que incluso incrementan la cantidad de ryos a la que asciende la recompensa por la caza del invidente pero aguerrido masajista errante.

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La nueva historia de Zatoichi – Tokuzo Tanaka, 1963

La nueva historia de Zatoichi (V.O. Shin Zatôichi monogatari, a.k.a. “New Tale of Zatoichi”)

Japón, 1963

Director: Tokuzo Tanaka

Género: Chambara, jidaigeki

Guión: Minoru Inuzuka

Intérpretes: Shintaro Katsu (Zatoichi), Mikiko Tsubouchi (Yayoi), Seizaburo Kawazu (Banno)

Música: Akira Ifukube

Argumento

En ésta tercera entrega de la saga Zatoichi, el protagonista (interpretado por Shintaro Katsu) se dispone a cambiar algunas cosas de su pasado, dejar atrás a la Yakuza y corregir sus errores, volviendo para ello al pueblo donde creció. De camino se encuentra con antiguo compañero de escuela, que ejerce de músico cantando y tocando el shamisen. Su amigo de la infancia está en compañía de su esposa y su pequeño hijo. Los cuatro se alojan en una posada para pasar la noche, y mientras Ichi entona una improvisada canción con el shamisen, el establecimiento es asaltado por una banda de ladrones encapuchados. Para no poner en peligro a sus amigos y a los demás huéspedes, Zatoichi no opone resistencia por el momento, y prefiere que los delincuentes piensen que él no es más que un pobre masajista ciego (cuando en realidad es un prodigioso espadachín, pese a carecer del sentido de la visión). Aunque los atracadores ocultaban sus rostros, uno de ellos es reconocido por el viejo amigo de Ichi a causa del tatuaje de unos dados que llevaba en la muñeca. A la mañana siguiente, Ichi acude a la casa del ladrón y lo expone ante sus compañeros y vecinos, obligándole a devolver lo robado a los clientes de la posada, sin necesidad siquiera de desenvainar su sable. El ladrón es forzado a devolver el doble de la cantidad sustraída a sus legítimos propietarios. Ichi solo necesita su habilidad con las artes marciales (lucha cuerpo a cuerpo) para convencerlo. Poco después, habiéndose separado de su antiguo amigo y su familia, es abordado por el hermano pequeño de Kanbei (el jefe Yakuza al que mató en Zoku Zatôichi monogatari) y su pequeño séquito. El jóven Kanbei pretende arreglarle las cuentas a Ichi, para vengar la muerte de su hermano. Sacando (ahora sí) la fina espada de su vaina-caña, Zatoichi logra dejar fuera de combate a dos o tres del grupo que se abalanzan contra él, pero la pelea es interrumpida con la aparición del sensei Banno (Seizaburo Kawazu), nada menos que el profesor de esgrima de Zatoichi, aquel que le enseñó todo lo que sabe sobre el manejo de la espada.

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La historia de Zatoichi continúa – Kazuo Mori, 1962

La historia de Zatoichi continúa (V.O. Zoku Zatôichi monogatari, a.k.a. “The Tale of Zatoichi continues”)

Japón, 1962

Director: Kazuo Mori

Género: Chambara, jidaigeki

Guión: Minoru Inuzuka

Intérpretes: Shintaro Katsu (Zatoichi), Yaeko Mizutani (Setsu), Masayo Banri (Tane)

Música: Ichiro Saito

 

Argumento

Zatoichi (Shintaro Katsu), el célebre y prodigioso masajista y espadachín ciego, ha llegado a una nueva comarca después de las peripecias narradas en la primera entrega. Tras enfrentrarse a unos prepotentes soldados, que lo tiran al agua al descubrirlo en la barca en la que estaban cruzando un río, es contratado para hacerle un masaje al jefe de un destacamento de samurais. Sin embargo, mientras se desempeña en esa labor, descubre indiscretamente un secreto del señor (“Nunca había tenido un cliente como éste…”), por lo que los samurais lo perseguirán con la intención de matarlo.

Al mismo tiempo, se halla en esa localidad el ronin Yoshiro (Tomisaburo Wakayama) con uno de sus hombres. Éstos coinciden con Zatoichi en la posada donde se hospeda, pero no cruzan palabra con él. En el establecimiento también se encuentran tres prostitutas, que conversan entre ellas acerca del “masajista al que están buscando los samurais para matarlo”. Zatoichi, que escucha y entiende que se refieren a él, es así alertado; e invita a las mujeres a una ronda de sake en señal de agradecimiento. Traba amistad con una de ellas, la más joven y atractiva, que le recuerda por la voz a una antigua novia que lo abandonó cuando se quedó ciego. La chica se siente asimismo atraída por Zatoichi, y acepta pasar la noche con él. El ronin Yoshiro trata de comprar sus servicios, pero ella se niega, señalando que ya tiene un cliente. Poco después, Zatoichi se retira con la chica a una cabaña, y llega un escuadrón de samurais que lo buscan. Nadie en la posada lo denuncia, nadie dice haberlo visto, pero Yoshiro y su “escudero” aprenden así que el misterioso ciego está en busca y captura.

También a la cabeza de Yoshiro han puesto precio. El taciturno ronin errante es llamado a la presencia de uno de los jefes locales, quien le hace saber que conoce su identidad y los crímenes de los que se le acusa: Pillaje, robos, asesinatos… Yoshiro es un ex-samurai convertido en gangster. El jefe local dice que no lo entregará a las autoridades, pero lo expulsa del poblado. El ronin y su hombre de confianza empaquetan sus cosas y se largan. Pero el jefe da instrucciones a uno de sus empleados para que siga de cerca a ambos con miras a capturarlos por sorpresa, para así cobrar la recompensa.

Zatoichi y la chica han pasado la noche juntos, y a la mañana siguiente despiertan en una cabaña en la playa. Hasta allí llega una tropa compuesta de una veintena de samurais con la intención de matarlo. El valiente y experimentado invidente se enfrenta a sus enemigos con decisión y sobre todo con veloces movimientos de su delgada espada, que se mueve tan rápidamente como un rayo, cercenando y rajando a los adversarios de tres en tres. Finalmente, tras acabar con los atacantes sin sufrir un solo rasguño, los cuatro o cinco samurais restantes huyen de la playa despavoridos. Zatoichi se despide de su amiga y parte rumbo al templo de Joshoji, para acudir a rendir tributo a la tumba de su amigo Hirate, a quien se vio obligado a dar muerte en combate un año antes <véase la primera parte, “Zatôichi monogatari” (1962), de Kenji Misumi>

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Rane (a.k.a. The Wounds / Las Heridas) – Srdjan Dragojevic, 1998

Rane (a.k.a. The Wounds / Las Heridas)

Serbia, 1998

Director: Srdjan Dragojevic

Género: gangsters, drama, comedia negra

Guión: Srdjan Dragojevic

Intérpretes: Dusan Pekic (Pinki), Milan Maric (Svaba)

Música: Aleksandar Habic

Argumento

Belgrado, 1996. Dos jóvenes delincuentes, sentados en el interior de un coche, tratan de avanzar una noche en medio de una manifestación. Uno de los dos, que responde al absurdo nombre de „Pinki“, rememora a modo de flashback la historia de su corta vida, la cual narra en primera persona con ciertas dosis de sarcasmo.

Nació en 1980, poco después de la muerte del Mariscal Tito. En 1991, durante su infancia, él y otros amigos se dedican a hostigar y apedrear a otro chico de la vecindad que es de origen croata o esloveno (hoy a esa actitud se la conoce con el anglicismo de “bullying”). Éste, sin embargo, trata de defenderse a pedradas pese a su timidez y retraimiento. El croata es hijo de una presentadora de televisión muy conocida en el barrio, que conduce un programa en el cual entrevista a personajes provenientes de los bajos fondos. Ésta presentadora “madurita” (o “milf”, para usar ese modismo anglicistizante y acrónimo) es el amor platónico del adolescente Pinki, que pensando en ella acude al baño varias veces al día para ejercer compulsivamente el vicio del onanismo. Al barrio retorna un antiguo residente que “ha hecho fortuna” en Alemania; un gangster de medio pelo que se convierte rápidamente en el ídolo de los muchachos del barrio, especialmente de Pinki y su amigo Svaba. Éste estrafalario personaje es conocido como Kure, y aspira algún día a ser entrevistado en el programa televisivo sobre el turbio mundo del hampa. Kure toma a Pinki y Svaba bajo su protección, convirtiéndose en el mentor de ambos, e iniciándoles en el mundo del delito. Les enseña a manejar las armas y les contrata a una prostituta. Los dos adolescentes aprenden rápido, hasta el punto de que llegan incluso a aventajar a su maestro. Éste trata de endurecerlos haciendo, por ejemplo, que corran voluntariamente a golpearse la cara contra su puño extendido. A Pinki, su padre le propina una monumental paliza cuando descubre que frecuenta esas malas compañías (pero irónica y tragicómicamente, unos años más tarde, le pedirá “trabajo” a su hijo cuando éste haya progresado en el gangsterismo y el país esté sumido en una crisis cada vez más asfixiante… Finalmente el pobre hombre se acabará suicidando.)

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