Virgen entre los muertos vivientes – Jesús Franco, 1973

Virgen entre los muertos vivientes (V.O. Une vierge chez les morts vivants)

Francia, 1973

Director: Jesús Franco (con la colaboración de Jean Rollin)

Género: Terror

Guión: Jesús Franco

Intérpretes: Christina von Blanc (Christina Benton), Britt Nichols (Carmencé)

Música: Bruno Nicolai

Argumento

Christina (Christina von Blanc) es una joven huérfana que llega a un castillo situado en el campo, para encontarse con sus parientes y cobrar una herencia. Su padre se ha ahorcado poco antes. Tanto la encargada de la pensión donde se ha hospedado en la localidad cercana como un adolescente que conoce en las inmediaciones le comunican asombrados que el castillo al que ella pretende ir se encuentra abandonado hace años.

La chica conoce a sus familiares, bizarros personajes. Su tío pianista, su lúgubre tía, la voluptuosa prima Carmencé (Britt Nichols), otra prima moribunda, una misteriosa ciega… Y un extraño mayordomo (autista?) llamado Basilio (Jesús Franco); mudo, incapaz de articular palabra coherente, de aspecto enajenado.

Durante el metraje se suceden escenas oníricas, de sueños dentro de sueños, que van atrapando a la protagonista cada vez más en una asfixiante espiral pesadillesca. Muchas veces Christina no se sabe si lo que está viviendo es real o si padece alucinaciones influenciada por la demencial atmósfera.

Carmencé realizando cortes en los pechos de la ciega y succionando vampíricamente su sangre, invitando a Christina a unirse a ella; el padre ahorcado se le aparece en múltiples ocasiones, dice que “ellos”, los “parientes” son los que le han matado; persecuciones de zombies por el bosque; el tío tocando el piano mientras Carmencé, semidesnuda y alcoholizada se retuerce al ritmo de la música en la alfombra para regocijo del estrafalario Basilio…

La joven comienza a sospechar de que sus macabros parientes son efectivamente “muertos vivientes”.

Comentario

Si bien la historia es sumamente confusa, la atmósfera tétrica y surrealista está muy bien lograda; a lo que contribuye la excelente banda sonora que acompaña a las escenas. El director Jesús Franco participa como actor secundario, aunque no dice ni una palabra debido a que su personaje, una especie de criado lunático, es mudo (pero no sordo), y en lugar de hablar emite unos gorjeos ininteligibles.

Es inútil intentar buscarle lógica a la trama. Simplemente, las escenas se suceden encadenadas como en una grotesca pesadilla. En algunos aspectos (como por ejemplo, la belleza de las actrices) recuerda a la filmografía de Jean Rollin.

Los zombies que aparecen no están muy trabajadamente caracterizados (nada que ver con el dibujo de la carátula), y se aproximan más en su apariencia a hombres normales comportándose como si estuvieran bajo el efecto de una droga que les ha hecho perder la razón y les empuja a conducirse como autómatas. Son reminiscentes de los lugareños afectados por la epidemia de las uvas radioctivas en el film de Jean Rollin “Les Raisins de la Mort”, rodado por cierto con posterioridad.

En general ésta película parece estar muy infravalorada, cuando en mi opinión, es una muestra bastante lograda dentro de su género. Bastante más interesante y menos tediosa que “Al otro lado del espejo” (también de Jesús Franco), “Virgen entre los muertos vivientes” cuenta asimismo con algunas pinceladas de humor – aunque probablemente involuntario.

FHP, 2014

Al otro lado del espejo – Jesús Franco, 1973

Al otro lado del espejo (V.O. Le miroir obscéne)

Francia, 1973

Director: Jesús Franco

Género: Suspense

Guión: Jesús Franco, Nicole Guettard

Intérpretes: Emma Cohen (Anette), Phillippe Lemaire (Pipo)

Música: André Bénichou

Argumento

La joven pianista Anette (Emma Cohen) está a punto de casarse con su prometido. Poco antes de la boda, su hermana se suicida. El enlace no sólo se aplaza, sino que directamente se anula; Anette se separa de su novio, abandona la casa paterna y se independiza yéndose a trabajar en un club de jazz, que funciona además como antro de prostitución. Allí conoce a una colega con la que tiene relaciones lésbicas (que se muestran explícitamente). Al mismo tiempo tiene un nuevo pretendiente, que es actor de teatro. Un día, llamando a su casa, se entera de que su padre se ha suicidado ahorcándose. A partir de ese momento Anette comenzará a tener alucinaciones, escuchando la voz de su hermana muerta que le habla desde un espejo y la incita a cometer crímenes. También ella intentará quitarse la vida (cortándose las venas en la bañera), pero es rescatada a tiempo.

Comentario

El sumamente prolífico Jess Franco dirigió a lo largo de su carrera cinematográfica más de 200 películas (bajo numerosos pseudónimos para evitar saturar el mercado fílmico). Entre sus obras destacan algunas producciones de gran interés y calidad artística (como la adaptación de la «Justine» del marqués de Sade, con una exquisita Romina Power), pero lo que más abunda son films de serie B o Z (algunos de los cuales son, sin embargo, sumamente divertidos); y también bodrios infumables (particularmente, las películas realizadas en los últimos años). Ésta cinta que nos ocupa, (cuyo título original es «Le Mirail Obscéne») no entra dentro de ninguna de éstas tres categorías. No es ni una maravilla,  ni una producción «casposa pero entretenida» ni tampoco una bazofia. Es simplemente, mediocre, aburrida y prescindible; al menos la versión francesa que he visto, y que por lo que he leído está mutilada de algunas escenas. Sobrevalorada, pese a su prometedor argumento no engancha al espectador como por ejemplo el suspense del maestro Chicho Ibáñez Serrador o muchos de los gialli italianos de aquellos años.

FHP, 2014

Marquis de Sade: Justine – Jesús Franco, 1969

Marquis de Sade: Justine

Francia, 1969

Director: Jesús Franco

Género: Drama/Adaptación literaria

Guión: Julián Esteban, Jesús Franco

Intérpretes: Klaus Kinski (Marqués de Sade), Romina Power (Justine), Maria Rohm (Juliette)

Música: Bruno Nicolai

Argumento

Justine (Romina Power) y Juliette son dos hermanas que se han críado en un internado de monjas. Un día reciben la trágica noticia de la caída en desgracia de su padre, que ha debido huir del país, y la muerte de su madre. Al no poder la familia seguir pagando el internado, ambas deben abandonarlo y “buscarse la vida”.

Las dos hermanas son radicalmente opuestas en cuanto a carácter: La mayor, Juliette es fría y calculadora, segura de sí misma y de tendencia libertina, ambiciosa y sedienta de poder; mientras que la más joven, Justine, es dulce e inocente, y de naturaleza virtuosa.

Tras verse obligadas a dejar el internado donde hasta el momento vivían, llegan a una casa compartida con otras chicas, una especie de burdel, de donde Justine escapa inmediatamente al sentirse incómoda en ese ambiente hostil.

A partir de ese momento, la bella y angelical Justine comenzará una solitaria huída hacia ninguna parte, de un lado para otro; perseguida y humillada.

Siguiendo el consejo de un cura (al que entregó todo el poco dinero que tenía), Justine llega a una pensión regentada por un turbio hombrecillo que la usará como sirvienta. Uno de los huéspedes intentará abusar de ella, el posadero propone a la jovencita robar las joyas de ese individuo, pero ella se niega. Cuando las alhajas “desaparecen”, Justine es denunciada y la policía la arresta, llevándola a una cárcel femenina, donde conoce a madame Dusbois, la jefa de una red de bandidos, que ha sido condenada a muerte y debe ser ahorcada al día siguiente. La inocente y frágil Justine llama la atención la veterana líder criminal, que le propone escapar junto a ella: Todo está preparado para que al día siguiente, al alba, los hombres de la Dusbois lleven a cabo una operación de rescate.

Una vez en libertad, los bandidos que la han sacado de prisión, pretenden rudamente que la virginal Justine les “demuestre su agradecimiento”; ella vuelve a escapar.

Exhausta y al borde de la inconsciencia tiene la fortuna de ser encontrada por un apuesto galán, el pintor Raymond, que la lleva a su casa. Cuando Justine vuelve en sí, reacciona asustada, pero pronto comprueba que su anfitrión no quiere hacerla daño alguno. Pasan los días, ella le toma confianza, él la trata con delicadeza y comienza a desarrollarse un idilio… Pero la fortuna no sonreirá durante mucho tiempo a Justine… Los guardias que investigan la evasión en la cárcel de mujeres llegan hasta casa de Raymond y la joven se ve obligada a escapar nuevamente.

Ésta vez caerá en manos de un maligno aristócrata, el marqués cónyugue de Bressac, que, si bien primero le ofrece un empleo como asistente de su esposa la marquesa en el castillo, luego buscará utilizarla para desembarazarse de su mujer (envenenamiento mediante) para así hacerse con su fortuna y sus tierras.

Mientras tanto, Juliette, licenciosa, perversa y criminal, va prosperando mediante toda clase de artimañas, a base de prostitución, robos y asesinatos.

Justine se niega a ser cómplice en el asesinato de la marquesa, pero ésta es envenenada por su marido y la acusación recae, como no podía ser de otra manera, sobre la desgraciada muchacha. El cínico marqués hace que se le grabe una “m” en el pecho (la marca de los asesinos) con un hierro a fuego candente, tras lo cual la deja marcharse.

Por enésima vez, la casta jovencita debe huir; llegando a una especie de monasterio donde (le han asegurado) habitan unos “hombres santos”. Confiada, decide pedir asilo a la comunidad del “hermano Antonin”, para comprobar en carne propia una vez más, que ha caído en un nido de depravación. Los “hombres santos” son, en realidad, una secta de crápulas licensiosos, que mantienen retenidas también a otras jóvenes, con las que están “en constante búsqueda del placer”. Tras varios meses en las mazmorras soportando torturas, vejaciones y flagelamientos por parte de los canallas, Justine puede escapar una vez más gracias a una devastadora tormenta que destruye parcialmente el monasterio.

Pierde el sentido y en el bosque es hallada (de nuevo) por Raymond, que la lleva a un pueblo cercano. La deja en una pensión y se ausenta brevemente para buscar a unos amigos; lapso de tiempo que es aprovechado por la perversa madame Dusbois, que regenta una especie de compañía teatral de lascivos espectáculos en la misma localidad y que ha visto y reconocido a Justine al llegar a la posada. La Dusbois se lleva a Justine para hacerla trabajar en sus espectáculos, la obliga a exhibirse desnuda en el escenario, y el populacho reconoce en el pecho de la joven la marca “m” de los asesinos, por lo que estalla un escándalo y las multitudes incontroladas intentan lincharla.

Cuando de nuevo está escapando, Justine es reconocida desde un aristocrático coche de caballos; la amante del conde insta a que la perseguida sea dejada en paz y manifiesta el deseo de hablar con ella. Resulta que la amante del conde es nada menos que Juliette, que gracias a sus relaciones con el noble ostenta ahora una posición social elevada.

Tras el reencuentro de las dos hermanas, Justine llega a la conclusión de que su vida piadosa y decente sólo le ha traído calamidades y desgracias, mientras que su hermana ha logrado prosperar comportándose de forma delictiva y viciosa; y se propone cambiar, pero Juliette le insta a no hacerlo, pues (por lo que ella misma reconoce) la vida libertina y la falta de escrúpulos le ha proporcionado bienes materiales pero resulta vacía espiritualmente…

Finalmente, Justine puede vivir en paz junto a Raymond gracias a la intercesión de su bien posicionada hermana.

Comentario

Adaptación fílmica de una de las obras más conocidas de Donatien Alphonse François de Sade, por el prolífico Jesús Franco. Película muy interesante, que destaca por contar con un presupuesto decente (algo que pocas veces es el caso en la filmografía del incombustible “tío Jess”, uno de los máximos exponentes de la “serie B”) y que sorprende por no contar con los excesos (sangrientos y sexuales) de los que (se esperaría) estaría atiborrada una producción que combina el potencialmente muy explosivo tandem “Marqués de Sade & Jess Franco”.

A modo de historia emanada de la morbosa imaginación del marqués encarcelado (interpretado por Klaus Kinski) se presentan las desventuras de la casta Justine; las escenas donde aparece Sade/Kinski están acompañadas por una bombástica música de trágicas reminiscencias.

El film está protagonizado por una jovencísima y muy bella Romina Power, la hija del actor Tyrone Power y ex-mujer del cantante Al Bano, quien en el momento del rodaje contaba con 18 años, y que encarna muy convincentemente a la inocente y delicada Justine.

La “moraleja” de la obra del “Divino Marqués” (en general de toda su obra literaria, pero particularmente de ésta “Justine y los infortunios de la virtud” que nos ocupa) es que “los buenos” están destinados a ser humillados y aplastados, mientras que, para prosperar, hay que dejar de lado los escrúpulos, la honestidad y la honradez, sin renunciar a la lujuria y al desenfreno… Muchos han querido ver en ello una apología del vicio y de la maldad por parte del disoluto aristócrata, pero… ¿y si ello era en realidad una crítica a la corrupción de la alta sociedad? ¿No sería ese el motivo real por el cual el marqués fue condenado a tantos años de prisión?

Ciertamente tenía una imaginación enfermiza y lascivas obsesiones, pero ¿quiénes eran los peores crápulas, él, que se dedicaba a describir perversiones y vicios, o aquellos que le condenaron? (Tal vez éstos se daban por aludidos…)

El tiempo le ha dado la razón al “Divino Marqués”, pues cuanto más avanza la era tenebrosa del Kali Yuga, mayor es la corrupción de las clases dominantes y más nauseabunda la hipocresía de los poderosos; ello por cierto se ha ido acelerando exponencialmente desde la época de la revolución (masónica) francesa, vivida por el controvertido escritor.

Con la revolución francesa comenzó el progresivo desmantelamiento del orden sociopolítico tradicional en Europa; y con la pérdida de poder de la nobleza y el advenimiento de la “democracia” se pretendía hacer creer a las masas que se había derrotado a “los opresores”, cuando la opresión, en realidad, pero de manera velada, no hizo más que recrudecerse (sobre todo mediante la usura); con la llegada al poder de la burguesía y de la alta finanza parasitaria internacional. La siguiente fase sería la revolución bolchevique en Rusia con la alianza capitalista-comunista (“el paraíso de los trabajadores”), y la siguiente el globalismo de la era actual (“el paraíso de los derechos humanos”). Y ya se sabe: “La mayor estrategia del Diablo para consolidar su poder es hacer creer que no existe”.

Otra famosa adaptación fílmica de la obra literaria “sádica” es la última película de Pierpaolo Pasolini, “Salò o le 120 giornate di Sodoma”.

FHP, 2014

Zombies Lake („Le lac des morts vivants“) – Jean Rollin, 1981

Zombies Lake (V.O. „Le lac des morts vivants“)

Francia, 1981

Director: Jean Rollin (bajo el pseudónimo de J.A. Laser)

Género: Terror (Zombiexploitation/Trash)

Guión: Julián Esteban, Jesús Franco

Intérpretes: Howard Vernon (coronel), Antonio Mayans (Morane)

Música: Daniel White

Argumento

En una localidad francesa, la gente comienza a desaparecer y a ser asesinada salvajemente; los lugareños consideran que los escabrosos sucesos están relacionados con el “Lago de los Muertos”.

Allí fueron hechos desaparecer durante la II Guerra Mundial los cadáveres de soldados alemanes que habían sido tiroteados en una emboscada por los integrantes de la resistance… Ahora años después, los soldados emergen de las aguas como zombis y atacan a quienes encuentran a su paso; entre las desafortunadas víctimas se encuentra un equipo completo de baloncesto femenino.

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