La ira de Aquiles – Marino Girolami, 1962

La ira de Aquiles (V.O. L´Ira d´Achille)

Italia, 1962

Director: Marino Girolami

Género: Peplum

Guión: Gino De Santis

Intérpretes: Gordon Mitchell (Aquiles), Jacques Bergerac (Hector), Cristina Gaioni (Xenia)

Música: Carlo Savina

Argumento

Los griegos, comandados por el rey Agamenón, asedian Troya. Entre ellos se encuentran Ulises, Aquiles (Gordon Mitchell) y su fiel Patroclo. Tras conquistar una ciudad próxima a Troya, los griegos toman como esclavas a varias mujeres. Agamenón como líder tiene derecho a ser el primero en elegir, y toma a Criséide, la hija de Creseo, sacerdote de Apolo. Aquiles elige a Briseida y Patroclo a Xenia.

Mientras tanto en Troya, Héctor, hijo del rey Príamo, ha convocado a sus hombres para trazar un plan que repela la invasión griega. El estratega Héctor diseña con la aprobación de su padre un cerco a las tropas enemigas, pues es sabido que la mejor defensa es el ataque, sobre todo el ataque sorpresa.

Mientras la bella Xenia acepta solícitamente a Patroclo, la dama Briseida se resiste inicialmente a su amo Aquiles. Trata incluso de apuñalarlo por la espalda, pero ante ello Aquiles es invencible y su fuerte omóplato parte el cuchillo. Aquiles le explica a la joven que su invulnerabilidad no es completa, y que una parte de su cuerpo (que él mismo ignora cual es) sí puede ser herida provocándole la muerte. “Incluso un niño podría matarme, si sabe donde golpear”. Continúa el héroe diciendo que no es totalmente invencible ni menos inmortal, pues según el oráculo morirá justo después de haber dado muerte al troyano Héctor. A partir de ese momento, Briseida cae rendida a los pies de Aquiles, y su inicial hostilidad desaparece completamente.

Al mismo tiempo, el sacerdote de Apolo Creseo intenta liberar a su hija, retenida por Agamenón. El anciano acude al encuentro del poderoso rey griego, y le suplica que le devuelva a Criséide, a cambio de unos tesoros que el dios Apolo ha materializado mágicamente. Agamenón repone que su prisionera es más valiosa para él que esos tesoros, que no tiene ninguna intención de liberarla. Y recuerda con amargura que mientras la hija del sacerdote por el retenida vive entre comodidades, la suya propia, Ifigenia, fue sacrificada siendo tan sólo una niña. Agamenón se apodera de los tesoros y echa a Creseo de su campamento, sin devolverle a su Criséide. El viejo sacerdote, afrentado por el blasfemo e injusto proceder de Agamenón, invocará a Apolo para que descargue una maldición contra los impíos griegos.

Así, pronto una tormenta divina anega las posiciones de los griegos, para gran desconcierto de Agamenón y los suyos. A continuación una mortal epidemia de peste se extiende entre los combatientes griegos. Agamenón y los demás guerreros se ven obligados a deliberar. Un sacerdote les advierte que la única solución para aplacar a Apolo consiste en devolver a Criséide a su padre. Finalmente Agamenón cede, pero insiste en tomar a cambio a Briseida, la concubina de Aquiles. Éste se enfurece, y estalla contra el líder de los reyes griegos. Aquiles rompe con Agamenón y se niega a seguir combatiendo junto a él; decide regresar a su propio reino en Grecia abandonando la guerra de Troya.

La devolución de Criseíde a su padre pone fin a la epidemia. Pero la enemistad entre Agamenón y Aquiles es pronto explotada por los troyanos. Ante las fisuras y divisiones que comienzan entre los propios griegos, Héctor planea un nuevo golpe contra los asediantes helenos. Ahora atacarán directamente el campamento de Agamenón.

Mientras tanto, Aquiles, que aún no ha recogido sus posiciones, se está embriagando con ingentes cantidades de vino cuando sus hombres corren a traerle la noticia de que los troyanos están devastando el campamento de Agamenón. Patroclo trata de convencer a su amigo de que acuda en rescate de sus compatriotas, de que olvide sus disputas y rivalidades personales con Agamenón y de que luche por Grecia, pero el lamentable estado alcoholizado de Aquiles no le permite reaccionar. De ese modo, Patroclo se ve obligado a encabezar él solo a los hombres del casi invulnerable. Xenia, enamorada de Patroclo, trata de impedírselo, pero él insiste en que debe partir al combate por el bien de todos, y que cuando vuelva victorioso se casarán…

Comentario

Éste peplum es una digna versión fílmica del clásico épico „La Ilíada“ de Homero. En la piel (y los músculos) de Aquiles tenemos al norteamericano Gordon Mitchell, actor y culturista que participó (al igual que Steve Reeves y Reg Park) en numerosos sword&sandals italianos de la época. La dirección corre a cargo de Marino Girolami, padre de Enzo G. Castellari (realizador en los años setenta de excelentes polizieschi como “Il grande racket”); quien un par de décadas después cabalgaría entre géneros tan dispares como el western, las comedias sexies all´italiana (fue el descubridor de Sabrina Siani), y el terror caníbal/zombie con “Zombi Holocaust” (1980). El papel de Patroclo está interpretado por Ennio Girolami, hijo del director y hermano por tanto de Castellari (quien profesionalmente usaba el apellido de soltera de su madre, para diferenciarse de su padre, también director).

En ésta película, Aquiles oscila en determinado momento entre su animadversión personal hacia el injusto Agamenón, que comanda a los reyes griegos, y su sentido del deber. Su orgullo y su honor han sido heridos por la conducta insolente y reprobable de Agamenón, pero pese a ello el héroe comprende que no puede abandonar a sus compatriotas, su obligación moral le empuja a combatir por el bien común de la Hélade. Eso intenta hacerle ver su amigo Patroclo, cuya inmolación en la encarnizada lucha, abrirá finalmente los ojos de Aquiles.

La película nos presenta una época, en la que en las guerras ambos bandos contendientes combatían en igualdad de condiciones, y sobre todo: con Honor.

“La ira de Aquiles” es un largometraje histórico-mitológico-épico de calidad artística indiscutible, para nada puede ser encuadrado en el subgénero de la serie B como otras muchas peplum de aquellos años, o como las películas a las que más adelante se dedicaría Girolami.

FHP, 2015

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