Santa Claus – René Cardona, 1959

Santa Claus

México, 1959

Director: René Cardona

Género: Navideña, infantil

Guión: René Cardona, Adolfo Torres Portillo

Intérpretes: José Elías Moreno (Santa Claus), José Luis Aguirre alias «Trotsky» (el Diablo), Armando Arriola (Merlín)

Música: Antonio Díaz Conde

Argumento

Santa Claus, que no es otro que San Nicolás de Bari, también conocido como Papá Noel, vive «muy cerca del cielo, entre las nubes», donde tiene una base de operaciones y controla (cual distópica y orwelliana agencia de espionaje) a todos los niños de la Tierra – No sólo puede ver a cada momento lo que los niños hacen, sino también lo que sueñan.

Cuando la Navidad se va acercando, Santa Claus entra en tratos comerciales con «Juguetelandia», y gracias al respaldo de sus ayudantes (un nutrido grupo de niños de todas las nacionalidades) se dedica a leer las cartas que por esas fechas le escriben, a clasificarlas y a atender las peticiones de aquellos que se han portado «bien»…

Mientras tanto, en el Infierno, Satán ordena a uno de sus diablos que suba a la Tierra para sabotear la Navidad, tentando a los niños para que se vuelvan malos. El demonio que recibe tal misión se llama Precio, y Santa Claus – desde su base extraterrestre – está al corriente de sus aviesos propósitos.

Tres traviesos hermanos son el primer instrumento de Precio al ejercer sus diabluras. Los gamberros apedrean a un Papá Noel (no al original, sino a un imitador terrícola expuesto en un escaparate). En la misma ciudad mexicana viven una niña pobre llamada Lupita y un niño rico. Lupita quiere a toda costa una muñeca, pero su madre no puede comprársela. El demonio la tienta para que la robe, pero Lupita logra resistir sus influencias. El niño rico, por su parte, sólo desea un regalo para Navidad: Que sus padres pasen más tiempo con él.

Desde su observatorio espacial, Santa Claus espía los sueños de Lupita con el «cerebro de cristal y la antena captasueños». Comprueba así que incluso durante su estado onírico la niña no es dejada en paz por el demonio, quien prosigue incitándola al robo. «¡Me las va a pagar ese Precio, a cualquier precio!» dice Santa Claus indignado.

Además de los niños de todos los países que tiene a modo de ayudantes (o agentes), con Santa también viven el despistado mago Merlín, su brazo derecho; y el herrero Yabón, que fabrica la «llave de oro, para la cual no hay cerradura que se resista».

La base espacial de Santa Claus cuenta con una «sala de entrenamientos», repleta de chimeneas de imitación, por las cuales el obeso y obsequioso barbudo rutinariamente se introduce para «mantenerse en forma».

Entretanto, en la oficina de correos, están saturados con las cartas a Santa Claus y las tiran al fuego.

Unos niños rusos le proponen a Santa que éstas Navidades viaje a la Tierra con un «Sputnik», con una nave espacial. Pero San Nicolás, que es muy tradicional, prefiere desplazarse en sus renos de toda la vida (aunque éstos sean de juguete)…

Comentario

Tras visionar y reseñar «Santa Claus conquista a los marcianos», el masoquismo fílmico y la compulsión cinéfaga me empujaron a atreverme con su equivalente mexicano (que por cierto es anterior). El responsable de éste clásico navideño es el incombustible René Cardona, que además de realizar numerosas películas durante la Época de oro del cine mexicano es uno de los máximos exponentes de la serie B en su país, director de varias películas de bajo presupuesto pero muy entretenidas, con luchadores justicieros como El Santo – el mítico enmascarado de plata.

René Cardona (1905-1988), de origen cubano, es uno de los directores más productivos del cine mexicano (más de 140 películas en su haber)

Pero éste «Santa» que hoy nos ocupa, bien poco tiene que ver con el «Santo»; y más que otra cosa es una película netamente infantil, un pueril esperpento repleto de cansinos momentos musicales (y coreográficos) metidos con calzador (sobre todo al inicio del film).

Éste Santa Claus no vive aquí en el Polo Norte, como su homólogo en el film gringo donde «conquista a los marcianos», sino en un «palacio de azúcar y cristal» (en una base espacial secreta) situado en una especie de asteroide. Sus ayudantes tampoco son enanos, sino niños de múltiples países, pintorescamente ataviados según su procedencia – El niño mexicano va vestido de charro, la niña española de flamenca, el japonesito de samurai, el pequeño ruso de cosaco, etc.

Llaman la atención la barba y la peluca descaradamente postizas del protagonista, así como su demencial carcajada siniestra, muy diferente a la risa que el bonachón y entrañable personaje se supone debería tener.

El Diablo está interpretado por un actor conocido como «Trotsky», probablemente por su perilla de chivo.

Durante el metraje hay un narrador que constantemente nos va explicando todo lo que va pasando para que no quepan dudas…

Aunque la película está llena de cursilerías que rozan la vergüenza ajena también hay momentos francamente hilarantes – si bien en esos casos la comicidad sea mayormente involuntaria.

FHP, 2015

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