Morir de madrugada – Julián Pastor, 1980

Morir de madrugada

México, 1980

Director: Julián Pastor

Género: Thriller

Guión: Fernando Galiana

Intérpretes: Jorge Rivero (Raúl), Claudia Islas (Daniela), Jorge Luke (Adolfo)

Música: Leonardo Velázquez

Argumento

Raúl es un abogado criminalista que acostumbra a trabajar en su oficina hasta altas horas de la madrugada. Una noche, cuando regresa a su casa, descubre que su mujer Daniela está ausente. Le llama la atención que el teléfono tenga el auricular descolgado. Lucha, la criada del matrimonio, no tiene idea de a dónde puede haber ido Daniela. Raúl llama de inmediato a su amigo policía Adolfo, para que busque a su esposa. A la mañana siguiente, Adolfo acude a ver a Raúl. Sus agentes han encontrado a Daniela… pero muerta. El cadáver de la joven fue hallado con una herida de bala en el interior de uno de los coches del matrimonio.

A Raúl le afecta mucho la trágica noticia, pues estaba muy enamorado de su esposa. Cuando logra sobreponerse del primer impacto, decide investigar el asesinato junto a su amigo Adolfo y otros policías. Al comienzo no tienen la menor pista. Ignoran el móvil del crimen y descartan que el disparo contra Daniela hubiera sido realizado como consecuencia de un asalto, o un intento de robo. Adolfo está seguro que se trata del trabajo de un profesional. Como la muerta no tenía enemigos, a ambos se les ocurre que el asesinato de Daniela ha podido ser cometido por alguien que buscaba vengarse de él, de Raúl. Surge la hipótesis de que el criminal es uno de los delincuentes que fueron enviados a la cárcel por Raúl, cuando se desempeñaba como fiscal de la acusación.

Mientras los forenses y los expertos en balística avanzan en sus respectivas investigaciones, Raúl confecciona una lista con varios de los maleantes que mandó tras las rejas y que se encuentran actualmente en libertad (ya sea por haber cumplido su condena o por haberse evadido).

El forense confirma que efectivamente Daniela no fue asesinada en el coche, y que en sus cabellos se encontraron restos de pelusa de una alfombra verde. Y hay un detalle más, de suma importancia, que casi no se atreve a mencionar: La víctima había sido agredida sexualmente.

Poco después encuentran en las alcantarillas cercanas al lugar del crimen una pistola. Los peritos determinan que se trata del mismo arma de la que salió la bala que acabó con Daniela. Aunque el número de serie había sido borrado, descubren quién fue el comprador de la pistola.

Uno por uno, Raúl va interrogando junto a Adolfo y los policías a los sospechosos de su lista. Todos tienen coartada, y ninguno de ellos pudo cometer el crimen. Sólo hay uno que no pueden encontrar: Un atracador homosexual que se había fugado de la cárcel poco antes del asesinato. Cuando finalmente lo localizan, el prófugo muere en un tiroteo y ya no es posible cuestionarle. Por su parte, el individuo a cuyo nombre está registrada la pistola, asegura que hace años que no la tiene; pues la perdió al apostarla en una partida de cartas con un amigo de Tijuana.

Frustrado, Raúl ya no tiene ningun indicio al que asirse. Sus amigos tratan de convencerle de que lo olvide todo y rehaga su vida, y de que el asesino seguramente fue el homosexual; pues tras su fuga estuvo en Tijuana y allí pudo haber conseguido la pistola. Pero Raúl está convencido de que algo no cuadra; entre otras cosas porque no es nada probable que Daniela fuese violada por un homosexual.

Raúl había encontrado entre las pertenencias de Daniela una extraña llave, que no reconoce como de ninguna puerta en la casa de ambos. Poco después, cuando el comisario se da cuenta de que Raúl no abandona sus pesquisas, él y el forense terminan confesándole que antes de su muerte Daniela en realidad no fue violada; sino que tuvo una relación sexual consentida. Raúl se entera así de que su mujer tenía un amante, y también de que Daniela pagaba un sobresueldo a la criada para que ésta le ocultara sus escarceos nocturnos (La adúltera solía reunirse con el otro hombre las noches en las que Raúl se quedaba trabajando en su oficina).

Raúl se da cuenta de que no conocía a su mujer tan bien como él creía, y desplazándose a otras ciudades comienza a reconstruir la vida de ella desde que se marchó de casa de sus padres hasta que le conoció – Llevándose en el proceso más de una sorpresa…

Comentario

Éste thriller mexicano tiene una línea argumental, una trama y un estilo narrativo que lo emparenta directamente con el giallo italiano.

Escenas de la investigación del abogado para esclarecer el asesinato de su mujer se van alternando con los recuerdos en forma de flashback del protagonista, quien recuerda con nostalgia los tiempos felices de su relación con Daniela. Nada le había hecho sospechar de su infidelidad. Raúl es un detective vocacional con un interés personal en resolver el caso.

Tenemos aquí la premisa inversa a la del giallo recientemente visto “L´assassino é costretto ad uccidere ancora” (Luigi Cozzi, 1975). En la película italiana, el marido desea deshacerse a toda costa de su esposa, prepara un plan y contrata para su implementación a sun asesino a sueldo. En éste giallo a la mexicana que nos ocupa, el marido por el contrario lo que busca es cazar al asesino de su mujer. Y por el camino irá descubriendo cosas no demasiado agradables sobre ésta…

Para añadir un mayor desengaño a su dolor, a su mujer la irá conociendo mejor estando muerta que viva.

Raúl está interpretado por el musculoso Jorge Rivero, un atleta y culturista metido a actor que bien puede ser considerado como la respuesta mexicana a Sylvester Stallone o Arnold Schwarzenegger. Además de en diversas películas de acción, Rivero ha participado en numerosos films de luchadores enmascarados; entre ellos “Los leones del ring contra la Cosa Nostra” (Chano Urueta, 1974). En Europa protagonizaría “Conquest” (Lucio Fulci, 1983) una especie de neo-peplum de espada y brujería a la italiana, con influencias de “Conan el Bárbaro”.

La víctima Daniela está encarnada por Claudia Islas, a quien vimos en una de las obras más destacadas del gótico mexicano: “Más negro que la noche” (Carlos Enrique Taboada, 1975).

FHP, mayo de 2016

Deja un comentario