El bruto – Luis Buñuel, 1953

El Bruto

México, 1953

Director: Luis Buñuel

Género: Drama, suspense

Guión: Luis Alcoriza, Luis Buñuel

Intérpretes: Pedro Armendáriz (Pedro «el Bruto»), Rosita Arenas (Meche), Katy Jurado (Paloma), Andrés Soler (Andrés)

Música: Raúl Lavista

Argumento

Carmelo González, hombre de mediana edad aquejado de una enfermedad pulmonar, vive con su hija Meche en una zona residencial de gente humilde. Un día llega a la vecindad el propietario del edificio, don Andrés, en compañía de su abogado y un par de policías. El dueño de los pisos convoca a los inquilinos en el patio y les anuncia que tiene la intención de echarlos a todos a la calle, pues planea derribar los inmuebles para construir allí algo más lucrativo. Les da veinte días de plazo para que empaqueten sus bártulos y se marchen. Pero lejos de amedrentarse, los vecinos se enfrentan al intransigente don Andrés. Carmelo, que tiene madera de líder, encabeza y anima a los revoltosos. Los inquilinos manifiestan su propósito de resistirse al desalojo, y casi echan de allí a golpes al casero.

Don Andrés regresa preocupado a su casa, donde le espera su esposa Paloma. Él le confiesa los problemas que tiene con sus inquilinos; lo que más quebraderos de cabeza le da es que hay “dos o tres” entre ellos que dirigen a los demás instigándoles a que se rebelen contra él, sobre todo el carismático Carmelo. Estando todos tan unidos y con un líder como ese va a ser difícil echarlos. Entonces Paloma sugiere que habría que “descabezar” la revuelta, librándose de los “dos o tres” que conducen la resistencia. Para ello será menester contratar a un hombre “fuerte y decidido”, que mande al hospital a los cabecillas.

Don Andrés sabe de inmediato a quién tomar como matón: A Pedro alias “El Bruto”, un forzudo grandullón sin muchas luces al que conoce desde su infancia. Pedro, que es de procedencia humilde, trabaja en un matadero y vive en una cabaña con su mujer, sus hijas y su suegra. Ésta última se acopló recientemente, también el vago de su cuñado se aloja con frecuencia allí y los dos viven parasitariamente a costa de sus escasos ingresos. La convivencia en esa casa es por todo ello cada día más insufrible.

Pedro siente un gran respeto y una enorme devoción por don Andrés, al que considera como su protector y benefactor. Don Andrés le cuenta que los inquilinos de esa vecindad no quieren irse por las buenas, y que incluso trataron de agredirlo; ésto último indigna enormemente a Pedro. “El Bruto” promete encargarse del asunto, dándole una lección al incómodo Carmelo.

Don Andrés promete ser generoso si Pedro tiene éxito. También le invita a dejar su trabajo en el matadero y a marcharse de la choza donde malvive con su agobiante familia, ofreciéndole que se instale en el desván de su casa. Además, le proporciona un nuevo empleo en una carnicería de su propiedad, como ayudante de su mujer Paloma.

Un día Pedro va al barrio en busca de Carmelo. Le pega un puñetazo en el tórax a modo de advertencia. Carmelo es encontrado inconsciente por sus vecinos en medio de un charco de sangre que ha vomitado. Su estado es particularmente grave. Pues para el líder de los inquilinos, enfermo desde hace tiempo, un golpe como el recibido puede ser fatal…

Pedro también amenaza a una señora, llamada Enriqueta, con estampar a su bebé contra la pared si habla demasiado.

Entretanto, “el Bruto” se ha instalado en el desván de la casa de don Andrés, recibiendo las atenciones de su mujer Paloma… Ésta última comienza a flirtear descaradamente con el huésped, pues el forzudo Pedro, aunque algo corto de mollera, le parece un hombre muy atractivo.

Carmelo fallece, y don Andrés presencia el entierro desde lejos. Cuando le informa al Bruto de que “se le fue la mano” éste se siente un tanto consternado, pues no era su intención matar a nadie. Los vecinos, entre ellos Meche, la hija del difunto; piensan todavía que el enfermo Carmelo murió por causas naturales.

 

Paloma, por su parte, continúa seduciendo al Bruto; aunque emplea todavía sus aires de superioridad. A Pedro la mujer le tienta sobremanera, pero su veneración por don Andrés hace que se imponga la cautela. Se revela que Pedro es el hijo de una criada del viejo don Pepe, el padre de don Andrés… y se sugiere por lo tanto que Pedro podría ser el hijo ilegítimo, nunca reconocido, de don Andrés.

Una noche, Pedro camina por la barriada cuando es abordado por varios hombres del vecindario. Éstos le han reconocido como un lacayo de don Andrés, y ya le vieron  merodeando por allí recientemente, saben que es él quien hostigó a la señora Enriqueta. Los vecinos le persiguen con palos y cuchillos logrando herirlo, pero Pedro se refugia en un gallinero dándoles esquinazo. Cuando ha pasado el peligro toca a la puerta de la casa más cercana para que le curen su herida… Resulta ser el domicilio de la joven Meche, quien ahora vive sola desde que murió su padre. La chica ignora que tiene ante sí al causante de la tragedia. Pedro se enamora de Meche, y también ella comienza a sentir algo por él.

Enterada de ello, la celosa y pérfida Paloma tratará de destruir esa relación a toda costa…

Comentario

Ésta excelente película del maestro Luis Buñuel nos ofrece, además de una historia repleta de drama e intriga, un interesantísimo elenco de personajes; así como situaciones que pueden extrapolarse a los más variopintos contextos.

Pedro es un matón y un perdonavidas, pero al mismo tiempo tiene un carácter benévolo, a la vez que ingenuo y muy manipulable. Es el arquetípico „gigante bonachón“, que no se da cuenta de que ha sido utilizado hasta que es demasiado tarde. El casero don Andrés es un individuo mezquino y tacaño, rastrero y vil, pero también él es objeto de intrigas y manipulaciones: Por parte de su mujer Paloma, una víbora (con la simbólica profesión de carnicera) que sólo está con él por dinero, y que prefiere divertirse con hombres jóvenes y robustos como “El Bruto”. Por otro lado, la dulce y candorosa Meche encarna a la pureza y a la inocencia, situándose así en las antípodas de la maligna Paloma. La nota cómica la aporta el anciano don Pepe (padre de don Andrés) un simpático viejecito con marcado acento español (el actor que lo interpreta era natural de Valencia) que a modo de interjección siempre exclama “¡Puñales!” y que entre otras cosas asegura que “En mis tiempos, los hombres no eran tan mariquitas como ahora”.

Algunos han calificado la película como una especie de versión buñueliana de la historia de Frankenstein, en la que el monstruo se vuelve contra su creador. Al principio, la lealtad de Pedro (nuestro “monstruo”) hacia don Andrés (el equivalente al Dr. Frankenstein) es absoluta, a prueba de bombas, pero conforme se desarrollan los acontecimientos va atisbándose una inevitable ruptura entre ambos… A ello contribuirán tanto el amor de Pedro hacia Meche (que no conoce todavía las circunstancias de la muerte de su padre) como las perversas maquinaciones de Paloma.

La venezolana Rosita Arenas, que interpreta a Meche, estuvo brevemente casada con el conocido aristócrata español Jaime de Mora y Aragón.

El guión fue escrito por el propio Buñuel en colaboración con Luis Alcoriza, quien más adelante dirigiría las muy memorables «El muro de silencio» (1973) y «Terror y encajes negros» (1985).

“El Bruto” es, junto a “Susana” (1951) mi película favorita del periodo mexicano de Buñuel.

FHP, marzo de 2016

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