Los dacios – Sergiu Nicolaescu, 1966

Dacii (Los Dacios)

Rumanía, 1966

Director: Sergiu Nicolaescu

Guión: Titus Popovici, Jacques Rémy

Intérpretes: Pierre Brice (Séptimo Severo), Marie-José Nat (Meda), Georges Marschal (Fuscus)

Música: Theodor Grigoriu

Género: Histórica, drama

Argumento

Durante la segunda mitad del primer siglo de nuestra era, los romanos asedian la región oriental de Dacia, al norte de Iliria y de los Balcanes.

Una pareja de jóvenes dacios, Cotizo y Meda, cazan ciervos en el bucólico bosque. Un emisario del rey Decibal les informa de que pronto van a tener lugar unas competiciones para elegir al mejor de los guerreros.

A poca distancia de ellos se están concentrando las tropas del general Fuscus, acompañado por el prestigioso senador Atius. Ambos planean el ataque a la fortificada capital de los dacios. “Esos bárbaros son más fieros que los galos, será muy difícil derrotarlos” advierten los romanos un tanto inquietos. Atius parece reticente a emprender la campaña. Para dirigir a sus legionarios sobre el terreno acude al campamento el propio emperador Domiciano en persona. Pero el monarca ignora que entre sus oficiales hay conspiradores que traman su perdición…

El senador Atius es alcanzado por una flecha dacia cuando inspeccionaba los bosques. Domiciano considera que ha perdido al más valeroso y leal de sus súbditos. El rey Decibal, por su parte, dice que “Ese es el único romano al que no había que matar” cuando es informado de la baja.

El príncipe Cotizo resulta vencedor en las competiciones guerreras, donde eran seleccionados los más hábiles para la defensa de Dacia. Decibal y los suyos comienzan a elaborar la estrategia para repeler la invasión romana.

Las legiones de Domiciano emprenden el ataque, y toman la fortificada capital. El rey Decibal y sus allegados se han retirado a tiempo. Pero uno de los guerreros dacios cae en manos de los romanos. “Has luchado bravamente. Si nos dices donde está Decibal, conocerás la generosidad de Roma” le dice Fuscus al capturado guerrero. Éste, por su parte, responde lanzándole un escupitajo al rostro. El romano intenta golpearle, pero el bárbaro le dice: “No serías tan valiente si yo tuviese un arma”. Cuando el centurión, presto a acceder al desafío, le entrega una espada corta, el dacio se la hinca a sí mismo en el vientre, practicándose una especie de occidental “hara kiri”… Así asegura su silencio, para no revelar jamás el paradero de su rey…

Domiciano llega a la evacuada ciudad dacia y se sienta en el trono del mítico caudillo Burebista. El emperador es un decadente vanidoso que se las da de poeta. Por su parte, Fuscus y Severus (el hijo de Atius) son auténticos soldados, que reaccionan con repulsión ante la molicie y la degeneración que emana de la corte. En tiempos de Julio César eso no habría sido posible.

Unos mensajeros de Decibal le traen a Domiciano un críptico mensaje, que consiste en colocar ante sus pies tres pequeñas jaulas, cada una de ellas conteniendo respectivamente una liebre, una rana y un pájaro; así como un carcaj con flechas. Fuscus le “interpreta” al emperador éste gesto asegurando que los dacios están dispuestos a someterse como vasallos del Imperio Romano. Cuando los emisarios parten, llevan consigo a Severus, quien debe a su vez entregar la respuesta del emperador a Decibal.

Decibal (que se ha trasladado a otra fortificación) está informado de que Severus es el hijo de Atius, e invita al romano a ser su huésped y a participar en un banquete. El rey dacio le hace saber a Severus que en realidad el “mensaje” quería decir lo siguiente: La liebre simboliza la tierra; la rana el agua, y el pájaro el cielo… Si los romanos no se marchan, no estarán a salvo de las flechas dacias ni en tierra, mar o aire. Así pues, Decibal no está dispuesto a claudicar; pese a los consejos de su prudente sumo sacerdote.

Además, el rey dacio le realiza una importante revelación a su invitado: El nombre real de Atius, su padre, era Zoltes. El político y militar romano era originalmente dacio; y fue llevado a Roma cuando contaba con cuatro años de edad. De ese modo, el comandante Severus es medio dacio. “Ahora entiendo por qué mi padre se oponía a ésta campaña…”

Severus retorna entre los romanos. Pese a descubrir sus orígenes parcialmente dacios, ha de confrontarse con su sentido del deber, pues es un soldado de Roma. Mientras tanto, entre los súbditos de Decibal debe tener lugar una “consulta” acerca de la guerra, una consulta con el dios supremo Zalmoxis, tal y como marca la tradición. El encargado de realizar la función de “mensajero” con la divinidad será el príncipe Cotizo, el más apuesto y audaz de los guerreros…

Comentario

Estamos ante una película histórica que refleja la resistencia ante el Imperio Romano del misterioso pueblo de los dacios (antepasados de los rumanos). Mientras Hispania y Galia habían ya caído, en el este del continente unas ancestrales tribus guerreras de bárbaras tradiciones continuaban desafiando a Roma.

Éste peplum a la rumana (o una de romanos hecha por rumanos) es uno de los primeros films del célebre Sergiu Nicolaescu, especializado en realizar cine épico exaltando la historia nacional de su país (la mayor parte de sus películas vieron la luz bajo la era Ceausescu).

“Dacii” no se dedica tan sólo a narrar y recrear batallas; es sobre todo el retrato de conflictos humanos, y cuenta con alguna que otra sorpresa (vemos una impactante muestra de las atávicas y salvajes tradiciones del pueblo dacio).

El centurión Severus debe luchar consigo mismo, pues por un lado debe cumplir su deber como soldado del Imperio, mientras que por el otro siente la Llamada de la Sangre de sus antepasados dacios; y se desarrolla un romance entre él y la bella Meda – Ésta última resulta ser la hija del rey Decibal, y por lo tanto la hermana de Cotizo (Tras ver las primeras escenas, podría pensarse que las relaciones entre Cotizo y ella eran más bien de carácter sentimental).

Meda cura las heridas de Severus, y le invita a permanecer junto a ella, tras darle de beber una reconfortante especialidad dacia: Vino caliente con sangre de oso.

Meda, Severus y Fuscus no están interpretados por actores rumanos, sino franceses, y sus diálogos fueron doblados al rumano para la película.

FHP, octubre de 2015

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