Quelli della calibro 38 – Massimo Dallamano, 1976

Quelli della calibro 38

Italia, 1976

Director: Massimo Dallamano

Género: Polizziesco

Guión: Massimo Dallamano, Franco Bottari

Intérpretes:Marcel Bozzuffi (inspector Vanni), Carole Andre (Sandra), Ivan Rassimov (Marsigliese)

Música: Stelvio Cipriani

Argumento

El inspector Vanni organiza una redada en un caserón abandonado contra la banda del Marsellés. Éste logra zafarse del cerco policial, pero varios de sus hombres son detenidos, otros perecen en el tiroteo.

En la siguiente escena vemos a dos niños jugando a persecuciones y tiroteos en las escaleras de un edificio. Uno de ellos se despide, “pero la próxima vez te toca morir a tí“. El otro, sube hasta su piso, junto al cual aguarda (en el portal) un misterioso individuo con gabardina y bigote: Es el Marsellés. El niño, instintivamente asustado, deja caer su pistola de juguete y golpea insistentemente la puerta hasta que le abre su madre. En ese momento, el sombrío personaje saca su pistola (que es de verdad) y dispara varios tiros contra la mujer, ante la atónita y acongojada presencia de su pequeño hijo. A continuación, el comisario Vanni recibe una llamada telefónica en su oficina: Se trata del Marsellés que le recuerda que “tú mataste a mi hermano…” (en el tiroteo inicial) “…y ahora yo me he vengado”. Vanni, presintiendo lo peor, acude a su domicilio, donde ya se han congregado agentes, vecinos y curiosos. Allí debe constatar, sin perder la compostura, que su mujer ha sido asesinada.

Tras la tragedia personal sufrida, Vanni logra finalmente que sus superiores autoricen la constitución de una escuadrón policial de élite para combatir al crimen con más eficacia. Él y su grupo reciben las pistolas del calibre 38 (que dan nombre a la película) y comienzan los entrenamientos: destreza al volante, pericia con las motos, luchas cuerpo a cuerpo, dominio de las armas de fuego… El escuadrón de Vanni consigue detener a una banda de atracadores que habían tomado una rehén, evitando el derramamiento de sangre durante la peligrosa operación.

Además del grupo de élite de reciente creación, Vanni recurre a los servicios de un “soplón” de los bajos fondos, que le informa periódicamente acerca de los proyectos delictivos de ciertos criminales. Así, el inspector se entera de que los hombres del Marsellés que habían sido detenidos, estaban planeando una fuga, durante un traslado de una prisión a otra, mediante la ayuda de unos cómplices disfrazados de policías. El día en el que va a tener lugar el traslado, los hombres de Vanni están preparados para intervenir, pero sólo consiguen retener a uno de los bandidos (que, herido en una pierna, es dejado de lado por los suyos; le cierran de golpe la puerta del coche ya en marcha pillándole los dedos de una mano, que son de ese modo arrancados de cuajo). A pesar de haber sido abandonado (y mutilado) de ese modo, el delincuente se niega a hablar: “je ne sais pas” dirá una y otra vez. Los superiores de Vanni le recriminan el hecho de que sus hombres hubieran empleado balas explosivas dum-dum, prohibidas por el reglamento.

Dispuesto a capturar al Marsellés a toda costa, Vanni ordena a uno de sus agentes que comience a “dejarse caer” por los locales que frecuentan los miembros de la banda, con el fin de recabar información sobre la misma.

Por su parte, uno de los fugados llega a casa de su novia, Sandra (que es la propietaria del club nocturno donde comienza a aparecer el policía secreto de Vanni). Sandra, que no participa directamente en las actividades criminales de su prometido, sin embargo está al corriente de las mismas, y las tolera. Es la encargada de recoger en coche al prófugo Marsellés, recién llegado a Turín y llevarlo a un nuevo refugio. El líder de la banda ha modificado su apariencia; tras afeitarse el bigote resulta irreconocible y ahora, con ese un nuevo aspecto con el que pasa desapercibido; se oculta en un nuevo refugio. Su organización se dedica al tráfico masivo de explosivos, y el Marsellés trama para el futuro un plan demencial que pondrá en jaque a toda la ciudad…

Mientras tanto, el agente de Vanni “se infiltra” en el club, y con sus dotes de galán intenta conquistar a Sandra (sin saber aún que es la novia de uno de los gangsters) y a una de las baristas (tras enterarse que es la hermana de otro de los bandidos).

Al mismo tiempo, el Marsellés y los suyos han descubierto quien fue el chivato que informó a la policía sobre los planes de fuga, y van a hacerle una visita… Cuando lo encuentran, en un parque, le prometen que no le harán daño (tras conseguir que les confiese a punta de pistola que trabaja para Vanni) si colabora con ellos en un trabajo: Le dan un maletín, diciéndole que su misión consistirá en “entregárselo a una rubia que a cambio le dará unos millones”. Pero ello no resulta ser más que una “broma pesada”… Cuando el Marsellés y sus socios se ha retirado a una distancia prudencial, y ya se encuentran dentro de su coche, hacen estallar por control remoto la carga explosiva que se encontraba en el interior del maletín. El soplón prácticamente se volatiliza.

Vanni y los suyos han descubierto que el negocio más lucrativo en el que se mantienen ocupados “los marselleses” es el del tráfico de explosivos. Poco después, uno de los bandidos llama a las oficinas del inspector y le pide que “se asome a la ventana” y que “mire al coche blanco y cuente hasta cinco”. Ante los incrédulos ojos del agente, el automóvil estalla y no quedan de él más que restos calcinados. Se trata de “un aviso”…

El Marsellés le ordena a Sandra que lleve otro maletín y lo introduzca en cierta consigna de la estación central de ferrocarriles. Ignorando qué contiene y para qué debe hacerlo, la jóven obedece. Cuando se ha retirado, los hombres del Marsellés activan a distancia la bomba, provocando devastación y muerte. Varios pasantes inocentes pierden la vida ante el estallido de la carga de dinamita, muchos son heridos y mutilados. El atentado era “otro aviso”: Pues el maligno plan del Marsellés consiste en chantajear a toda la ciudad; tal y como da a conocer mediante un comunicado a las autoridades. Dice que “Turín se ha convertido en un campo minado”, que hay decenas de maletines bomba en las zonas más concurridas de la ciudad, y que irán estallando si no se le entrega una considerable suma de millones… Como requisito, el Marsellés impone que el inspector Vanni, jefe del escuadrón de élite, se mantenga alejado del caso. Así pues, sus superiores se ven obligados a claudicar ante las presiones del psicópata y alejan a Vanni de las pesquisas oficiales… Éste sin embargo no se dará por vencido, y jura acabar con el Marsellés con sus propias manos.

Mientras tanto, Sandra ha descubierto que fue utilizada para cometer una masacre, se siente culpable por haber sido cómplice (aunque inconsciente) de varias muertes, y amenaza con delatar a la banda… Su novio consigue convencerla de que no lo haga, pero el Marsellés comienza a mirarla con suspicacia, como una potencial “fuente de problemas” (por sus escrúpulos y por saber demasiado)…

Comentario

Buen thriller policial italiano, que si bien no resulta demasiado realista en muchos aspectos, sí es sumamente entretenido y consigue matener el interés y el suspense.

“El Marsellés” (o “Il Marsigliese”) es al parecer un nombre recurrente para los villanos de los poliziotteschi: También en “Il Grande Racket“ (Enzo Castellari, 1976) y en “Milano Calibro 9” (Fernando Di Leo, 1972) aparecen personajes apodados así, aunque no representan necesariamente al mismo individuo ni están interpretados por el mismo actor.

Tema central de la trama sera el antagonismo entre el curtido, duro y circunspecto inspector Vanni (Marcel Bozzufi, francés de origen italiano) y el peligrosísimo criminal conocido como “El Marsellés” (Ivan Rassimov, de origen ruso, pero criado en Italia).

FHP, 2014

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