El río y la muerte
México, 1954
Director: Luis Buñuel
Género: Drama
Guión: Luis Alcoriza, Luis Buñuel
Intérpretes: Columba Domínguez (Mercedes), Miguel Torruco (Felipe), Joaquín Cordero (Gerardo), José Elías Moreno (Don Gervasio)
Música: Raúl Lavista
Argumento
En un pueblo mexicano llamado Santa Bibiana existen desde hace generaciones encarnizadas rivalidades mortales entre varias familias. Especialmente feroz es la secular contienda entre los Anguiano y los Menchaca. Por unas irrisorias nimiedades estallaron hace muchos años disputas que, generación por generación, van costando la vida a los hombres de ambas familias. Con el tiempo, esos esporádicos ajustes de cuentas se han convertido en la ley no escrita del pueblo.
Cada vez que un Anguiano mata a un Menchaca o viceversa (para salvaguardar su honor enfrentándose siempre cara a cara), el autor del homicidio debe auto-exiliarse a las inhóspitas tierras que hay más allá del río que cruza la localidad. Allí debe permanecer el tiempo que sea necesario, hasta que ya no corra peligro de ser arrestado. La mayoría de los moradores del pueblo acepta esa práctica atávica.
El río se puede cruzar de dos maneras: vivo, para ocultarse en los bosques; o muerto a bordo de una barca negra para ser trasladado al cementerio.
Gerardo Anguiano es uno de los pocos que “ha estudiado”, y que por tanto considera la tradición de su pueblo “bárbara y salvaje”. Es médico de profesión, pero él mismo padece una grave enfermedad; una poliomielitis que le mantiene paralítico. Como rechaza las costumbres ancestrales de su pueblo los demás lugareños le consideran un cobarde – incluso su propia madre, quien no le visita en el hospital. Pues se supone que Gerardo, como Anguiano que es, debería combatir en un duelo contra Rómulo Menchaca, el representante de la estirpe rival.
Rómulo va a ver a Gerardo al hospital, para cerciorarse de que efectivamente está enfermo. El padre de Gerardo mató al de Rómulo, y por ello, el Menchaca quiere continuar la tradicional cadena de venganzas. Pero al comprobar que Gerardo está postrado e inmóvil se marcha, no sin antes recordarle que tarde o temprano se tendrán que encontrar: “Algún día te he de matar, pero de igual a igual”.
Gerardo cuenta con las atenciones de la enfermera Elsa y entre los dos va surgiendo un romance. El joven se va recuperando, y le narra a Elsa la historia de la confrontación entre las dos familias…
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