El Topo – Alejandro Jodorowsky, 1970

El Topo

México, 1970

Director: Alejandro Jodorowsky

Guión: Alejandro Jodorowsky

Intérpretes: Alejandro Jodorowsky (El Topo), Brontis Jodorowsky / Robert John (Hijo), Alfonso Arau (Bandido), Mara Lorenzio (Mara), Paula Romo (Desconocida)

Música: Alejandro Jodorowsky

Género: Western surrealista

Argumento

Un pistolero vestido de cuero negro atraviesa el desierto junto a su hijo pequeño. El misterioso individuo, conocido como “El Topo”, descabalga y hace que el niño completamente desnudo entierre en la arena un peluche y la fotografía de una mujer: “Ahora tienes siete años y ya eres un hombre. Entierra tu primer juguete y el retrato de tu madre”.

Padre e hijo continúan a lomos de su caballo hasta llegar a un pueblo abandonado donde ha tenido lugar una masacre. Charcos de sangre por doquier, cadáveres putrefactos, animales destripados… En el interior de una saqueada iglesia penden multitud de hombres ahorcados.

Se encuentran a un moribundo y el Topo le pregunta quién cometió esa atroz carnicería. El agonizante le ruega que le mate, pues no puede soportar el sufrimiento. El Topo le entrega la pistola a su hijo y es éste quien dispara el tiro de gracia. Tras ello, el Topo se coloca unos extravagantes anillos en los dedos.

No lejos de allí tienen su escondrijo un grupo de bandidos mexicanos fetichistas. Uno se deleita acariciando unos zapatos de mujer (a los que luego dispara con su revólver para practicar su puntería), otro corta un plátano a rodajas con su sable para despues comerse los pedazos, y el tercero delinea en el rocoso suelo la figura de una mujer usando piedrecitas para a continuación tumbarse sobre ella en actitud coital…

Los bandidos ven llegar al Topo y salen a su encuentro con burlesca algarabía. Cerca de ellos hay un rebaño de ovejas balando. Uno de los forajidos infla un globo, el cual coloca en el suelo. El aire va saliendo por un diminuto agujero, y todos entienden que cuando el globo se desinfle llegará el momento de desenfundar y disparar. El Topo es el más rápido y elimina a dos de sus oponentes. El tercero, que estaba en el centro, es desarmado, herido y cuestionado acerca del lugar donde se encuentra el resto de la banda y su líder. Cuando recibe la información que necesitaba, el Topo ultima al forajido y le mete al muerto sus anillos en la boca.

Los demás bandidos se han atrincherado en un convento, donde mantienen a los frailes como rehenes. Los religiosos son sometidos a un escarnio feroz: Atados han de presenciar como uno de los malhechores se suena los mocos con las páginas que arranca a una Biblia. Luego los criminales ponen música en un tocadiscos y se ponen a bailar con los jovencitos monjes en clara actitud homosexual. Éstos bandidos son aún más depravados y salvajes que los anteriores. Están complemetamente desquiciados y disfrutan sembrando el terror. Su líder, el Coronel, es un individuo que reside en el interior de una torre de piedra junto a una esclava. Inicialmente sólo viste unos calzoncillos rojos y es calvo, pero con la ayuda de su sirvienta se coloca un peluquín y se va ataviando con un pomposo uniforme que recuerda a Napoleón. La mujer sale al exterior y de inmediato es acosada por los desenfrenados bandidos. Pero éstos palidecen y se tornan mansos y dóciles cuando aparece el Coronel en toda su majestad. Tras él emerge de la torre una piara de cerdos. En presencia del Coronel (que representa la autoridad) los sanguinarios forajidos se comportan con exagerada sumisión.

El Topo llega con su hijo y desarma a los anonadados criminales sin que éstos opongan demasiada resistencia. Tras ello, el justiciero reta al Coronel a un duelo y lo derrota humillándolo ante sus vasallos: De un tiro le vuela el peluquín. Su ostentoso uniforme termina hecho jirones. Los animalescos bandidos, que hasta el momento veneraban perrunamente a su líder, ahora se vuelven contra él; lo golpean y zarandean entre grandes risotadas. El Topo castra  al Coronel para gran regocijo de los presentes. La Autoridad ha sido destruída, la banda disuelta, y el derrocado jefe se suicida disparándose un tiro en la boca.

La esclava del Coronel se enamora perdidamente del Topo tras su gesta. El pistolero vengador decide abandonar a su hijo dejándolo con los frailes y llevarse en su lugar a la mujer que ha liberado de las garras de la banda.

El Topo y su compañera, a quien el misterioso justiciero llamará Mara, emprenden ahora una larga peregrinación a través del desierto.

Para sobrevivir en esos tórridos parajes, el Topo realiza varios milagros: dispara sendos balazos a una roca y un chorro de agua comienza a manar de ella, o encuentra huevos enterrados bajo la arena. Mara también lo intenta, pero ella es incapaz de semejantes proezas. Después de que el Topo la haya poseído con un furor bestial, Mara le propone al pistolero una “prueba de amor”: Encontrar a los “Cuatro Maestros del Revólver” ocultos en el desierto, enfrentarse con ellos en duelos y matarlos. Para hallarlos, siempre deberán “caminar en espiral”.

Después de muchos meses encuentran al primer maestro: un escuálido y joven gurú ciego de rasgos afeminados (pese a su bigote) quien reside en una torre de piedra en medio del desierto junto a dos siervos tullidos; el uno sin piernas y el otro sin brazos (éste ultimo siempre carga al primero en sus espaldas). En la especie de túmulo donde recibe al Topo hay una oveja.

El Topo se lamenta ante Mara, temiendo que será incapaz de matarlo, pero ella le infunde ánimos y le dice que quiere que él resulte vencedor al precio que sea. Así ambos ingenian una trampa para dar muerte al gurú de forma traicionera…

Tras asesinar al primer Maestro del Revólver, una misteriosa amazona (vestida de negro como el Topo) propone llevarles hasta el segundo. Éste, un rechoncho y melenudo individuo vestido como un cosaco, vive con su madre, “habla” telepáticamente y se dedica a fabricar frágiles pero complejas figuras geométricas. Tampoco al Segundo Maestro el Topo mata en un duelo limpio, sino rastreramente; por la espalda y por sorpresa.

Después de ésto, el Topo y sus dos compañeras continúan la marcha “hacia el centro”,  “en espiral”, hasta llegar al Tercer Maestro; quien vive en un terreno repleto de conejos. Éste gurú nota que el Topo será un contrincante desleal, pues desde que el pistolero entra en su recinto sus conejos comienzan a morir todos. Ambos se enfrentan en un duelo con pistolas cargadas con una sola bala. El maestro es más rápido y la bala impacta en el pecho del Topo. Pero éste se había colocado a la altura del corazón una pequeña placa de metal. Ahora dispara él matando así al tercer maestro.

Sólo falta liquidar al último. El cuarto es un anciano con una red cazamariposas que reta al Topo a un combate cuerpo a cuerpo. El pistolero intenta golpearle, pero el Viejo siempre esquiva velozmente sus puñetazos. Cuando el Topo está agotado, el cuarto maestro dice “nunca podrás matarme” y se pega un tiro él mismo, suicidándose. De ese modo impide que el Topo complete su misión. El Topo ha sido incapaz de matar a los Cuatro Maestros tal y como le había prometido a Mara. El pistolero se desespera y se hunde en un abismo de delirio (entre otras cosas ve a la oveja del primer maestro crucificada en su torre de piedra que se derrumba).

La mujer misteriosa que les acompañaba a Mara y a él está decidida a sustituirle tras su flagrante derrota. La amazona de negro le descerraja varios tiros mientras se encuentran en un largo y estrecho puente. Cuando el Topo está malherido, la pistolera le da su arma a Mara y le dice que elija: “O él o yo”. Mara, decepcionada con su hombre, dispara al Topo. Éste cae derribado y las dos mujeres se marchan juntas a caballo.

Muchos años después, el Topo despierta en una gruta con la barba y los crispados cabellos ya canosos. “Resucita” tras un largo trance catatónico. Una enana le ha estado cuidando todo ese tiempo. Allí reside una colonia de seres que están deformes “tras años de incestos”, como le explica la enana. Ella le cuenta además que su gente está atrapada en el interior de la montaña, al mundo exterior sólo puede accederse a través de un pequeño agujero en lo alto.

El Topo es llevado ante una anciana chamán que come gigantescos escarabajos, y se los da a probar a él (probablemente tienen propiedades enteogénicas). Se produce un segundo nacimiento del Topo, ritual y simbólico. La enana le rapa la cabeza y le afeita las barbas;  ahora el antiguo pistolero es un hombre nuevo, con una humilde túnica y el aspecto de un monje budista.

El Topo se propone ahora liberar a los tullidos de su cautiverio en el interior de la cueva, para que puedan vivir en el pueblo cercano.

Sin embargo, los residentes de ese poblado son tan perversos, crueles y desalmados como los bandidos mexicanos (Aunque con una hipócrita máscara de respetabilidad). Una secta ha tomado el control del pueblo, y el símbolo de la misma está presente por todas partes: Un ojo encerrado en el interior de un triángulo.

Para que los deformes puedan salir a la superficie, el Topo y su nueva amiga deberán cavar un túnel que comunique la gruta con el mundo exterior. Así, ambos emergen a través del pequeño agujero en lo alto de la montaña  y se dirigen al pueblo, con la intención de mendigar para conseguir el dinero necesario que les permita comprar palas, picos y dinamita.

Pronto la enana se siente desencantada al ver la atmósfera malsana que reina en ese poblado: “¿Crees que vale la pena que mi gente deje la caverna para venir aquí?”

Sin embargo los dos se ponen manos a la obra: Hacen pequeños espectáculos payasiles callejeros, limpian retretes, y con el dinero que van ganando compran los utensilios para cavar el túnel…

Un día llega al pueblo un joven fraile franciscano de melena y barba, que tiene una cierta similitud con el Topo en su etapa de pistolero… Pues es su hijo: el niño desnudo que el Topo abandonó muchos años atrás con los monjes en el convento…

Comentario

“El Topo” de Alejandro Jodorowsky es cualquier cosa menos una película convencional.

El polifacético artista y “psicomago” judío chileno afincado desde años en Francia escribió, dirigió, protagonizó y compuso la música de ésta primera personalísima película suya (antes ya había dirigido “Fando y Lis”, pero ese film estaba basado en una obra teatral homónima de su amigo Fernando Arrabal). Productores de “El Topo” fueron Moshe Rosemberg y Roberto Viskin. También Juan López Moctezuma (“Alucarda”), realizador mexicano de cine de terror de serie B, financió parcialmente el proyecto.

Rodada y estrenada en México, “El Topo” no tuvo una acogida demasiado calurosa en ese país. Pero cuando la película se proyectó en Nueva York en el marco de una sesión de cine nocturno (que daría inicio a las “Midnight Movies”) se convirtió rápidamente en una auténtica sensación, en una “película de culto” en el marco de la contracultura de los primeros años setenta, un film icónico y “visionario” que haría las delicias de los hippys – John Lennon declaró que “El Topo” era una de sus películas favoritas.

Estamos ante un cóctel bizarro de pseudo-espiritualidad “new age” que conjuga mesianismo bíblico, una pizca de budismo zen degradado a lo meramente pintoresco y grandes dosis de buñueliano surrealismo – Todo ello bebiendo de las infuencias estilísticas del western a la italiana. Más importante que la trama o el aspecto narrativo es la rica potencia visual del film, repleto de escenas y situaciones oníricas, absurdas y sublimemente caóticas (como en un sueño… o una pesadilla). Parafraseando al director, “El Topo no es una comedia, una tragedia, una película política o religiosa; es todo eso a la vez” – Y por tanto se presta a múltiples interpretaciones.

El prólogo de la película nos dice que “El topo es un animal que cava túneles subterráneos. Cuando sale al exterior y ve el sol, se ciega”. De ahí el apropiado apodo del protagonista, que en la primera parte es un pistolero en constante búsqueda de la redención y de la iluminación; y que en la segunda (transformado en humilde monje mendicante) literalmente se dedica a cavar un túnel (de forma que cobra aún más sentido la frase introductoria).

“El Topo” cuenta con secuencias de gran violencia, con una imaginería sangrienta y dantesca. Además hay momentos sumamente inquietantes, como la sordidez homoerótica de los bandidos que tratan de abusar de los frailes jovencitos, o la escena en la que el niño de siete años (completamente desnudo salvo por un sombrero que le protege del sol) es abandonado por su padre en el convento y los frailes le rodean con implícitas intenciones – El niño está interpretado por Brontis Jodorowsky, uno de los hijos del director en la vida real.

El misticismo que impregna la película es de clara impronta “new age”, mezclando arbitrariamente religiones y caminos espirituales: Un budismo zen de “andar por casa” muy de moda en occidente en aquellos años (“Dejo que las balas pasen por el vacío de mi corazón”, “No tengo miedo de matarte porque la muerte no existe”…). También el famoso koan que dice “Si te encuentras a Buda en el camino…mátalo!” es llevado por Jodorowsky a la gran pantalla en el primer tramo de su película (donde se dedica a asesinar a los Cuatro Maestros, usando siempre sucias triquiñuelas – algo a lo que le ha empujado Mara, su  tentadora  “Eva” arquetípica. Por cierto, “Mara” también es el nombre de un demonio que trató de impedir que Siddharta Gautama, el Buda, alcanzara la iluminación).

En su etapa como pistolero vengador, el Topo tiene un cierto carácter yahvítico-veterotestamentario: Es un “justiciero” del “ojo por ojo y diente por diente”, que aniquila a alguien que rivaliza con él en la ostentación del poder (el Coronel, que representa a la autoridad y al orden establecido le pregunta “Quién eres?”, el Topo responde: “Soy Dios!”). Cuando el Topo y su compañera están errando por el desierto (como “el pueblo elegido”), el pistolero lleva a cabo algunos “milagros” equiparables a los de Moisés.

Más tarde, en el poblado, el culto fanático que se ha instalado allí tiene obvias connotaciones demiúrgicas: con el “ojo que todo lo ve”, transformado en el símbolo sagrado que ha sustituído a la cruz (Más tarde, el hijo del Topo, un “monje-soldado”, arrancará ese emblema blasfemo y usurpador que también cubría las paredes del interior de la iglesia).

Memorable en grado sumo es la escena de la “ruleta rusa” en el interior de la iglesia: El párroco va pasando un revólver a los feligreses, mientras todos cantan extasiados “¡Tú nos proteges señor!” (con una cadencia rítmica reminiscente de un mantra). Varios se ofrecen como voluntarios, y apuntando uno tras otro a sus respectivas sienes aprietan el gatillo… Es un truco, pues no hay una bala real. Pero el hijo del Topo, que se halla presente, introduce una bala auténtica en el tambor del revólver, y un niño se vuela la tapa de los sesos…

La película está claramente estructurada en dos partes: La primera, en la que el Topo es un pistolero errante y la segunda, tras su “resurrección” mágica en lo profundo de la cueva; cuando emerge caracterizado como una especie de monje budista (Algunos han establecido el paralelismo bíblico según el cual la primera parte representaría al Antiguo Testamento y la segunda al Nuevo). Pero también podría considerarse que la película está dividida en tres segmentos: El primero hasta que el Topo derrota al Coronel, el segundo desde que abandona a su hijo por Mara y cruza con ella el desierto “en espiral” con el objetivo de matar a los “Cuatro Maestros”, y el tercero desde su simbólica resurrección en adelante: Con su nueva compañera la enana en el perverso poblado dominado por la fanática secta.

Cada Maestro al que el Topo debe enfrentarse es siempre más poderoso que el anterior, aunque al mismo tiempo cuenta con menos posesiones materiales. El primero es dueño de una torre de piedra, tiene dos esclavos a su servicio y dos pistolas. El segundo vive en una especie de carromato junto a su madre y posee un revólver. El tercero habita en un recinto al aire libre con la única compañía de unos conejos, y su pistola está cargada con una sola bala. Y el cuarto y último es un anciano que ni siquiera está armado (pero que logra vencer al Topo matándose a sí mismo, e impidiendo así que el pistolero cumpla su objetivo).

En la película no intervienen actores profesionales ni personas habituadas a trabajar frente a las cámaras (a excepción del propio Jodorowsky). Su primera compañera, Mara, está interpretada por una joven que también se llamaba así en la vida real. Jodorowsky la había acogido en su casa en México DF después de encontrarla en un estado de psicosis provocada por el abuso de LSD. A la pistolera de negro (contraparte femenina del Topo), Jodorowsky la conoció en un local de strip-tease. Paula Romo trabajaba allí de bailarina. Ninguna de las dos volvió a participar nunca en producción cinematográfica alguna (Digna de mención, por cierto, es la escena alegóricamente erótica de la misteriosa amazona rajando el higo chumbo en el desierto).

Pese a sus cuestionables intenciones contrainiciáticas (promover un esoterismo “new age”; es decir banalizado, desacralizado y adulterado) “El Topo” es una película de muchísimo interés a todos los niveles. De gran calidad artística y de un enorme impacto visual, su atmósfera está muy bien lograda. También es muy efectiva la música que acompaña al film, que incluye guturales cantos mántricos tibetanos durante los duelos. La banda sonora resalta el carácter irreal y onírico de la historia. Sería interesante saber si Dalí, Buñuel o Sergio Leone llegaron a ver la película y qué opinión tenían de ella.

FHP, febrero de 2016

7 comentarios en “El Topo – Alejandro Jodorowsky, 1970

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