La Residencia – Narciso Ibáñez Serrador, 1970

La Residencia

España, 1970

Director: Narciso Ibáñez Serrador

Género: Suspense, terror

Guión: Narciso Ibáñez Serrador (como «Luis Peñafiel»), basado en una historia de Juan Tébar

Intérpretes: Lilli Palmer (Sra. Forneau), Cristina Galbó (Teresa), Mary Maude (Irene), John Moulder-Brown (Luis), Maribel Martín (Isabel), Pauline Challoner (Catherine)

Música: Waldo de los Ríos

 

Argumento

Finales del siglo XIX en la Provenza francesa. Un coche de caballos se aproxima a través de un bucólico bosque a un internado para señoritas. En el interior de la residencia, la directora Madame Forneau dicta un texto sobre Molière. Una de las chicas se niega a escribir y responde con insolencia cuando es interpelada por la directora. La Forneau ordena que la muchacha, llamada Catherine, sea conducida a la habitación de castigo, donde estará aislada y en completa reclusión.

Del coche de caballos recién llegado se apean un hombre maduro y una jovencita. El caballero solicita encontrarse con la señora Forneau, y le encomienda a su protegida Thérese, hija de una amiga suya que por el momento no puede ocuparse de ella. Tras pagar las cuotas escolares, el hombre se marcha. Thérese, procedente de Avignon, ingresa así en el centro. El primer día ya empieza a observar algunos fenómenos extraños: Puertas que se abren sin aparente motivo, la silueta de alguien que parece estar espiando… Una sensación de inquietud invade a la chica.

Madame Forneau ha explicado al hombre que la trajo que el internado está especializado en “chicas difíciles”, y que por ese motivo ella se ve obligada en muchas ocasiones a actuar con la mayor severidad. Las chicas han llegado allí o bien por delinquir o bien por proceder de familias desestructuradas. Se trata de un reformatorio femenino para adolescentes conflictivas de entre 15 y 21 años.

Por la noche, todas duermen en la misma gran habitación. Las internas acogen amigablemente a su nueva compañera Thérese. La mayoría de las chicas están allí a disgusto, y le cuentan a la recién llegada que últimamente algunas alumnas del centro “han logrado escaparse”… Tres chicas desaparecieron recientemente y nunca se volvió a saber de ellas.

Mientras tanto, la rebelde Catherine languidece en la habitación de castigo. La directora llega hasta allí con Irene, una joven que actúa como su mano derecha y mantiene a las chicas bajo el más estricto control. Cuando Catherine continúa sin querer adaptarse a las normas, la desnudan y la tumban boca abajo en el camastro. Irene comienza a azotarla con un látigo, algo que visiblemente realiza con deleite y con fruición – la directora tiene que decirle dos veces que pare.

La Forneau tiene un hijo en plena pubertad, Louis, que también vive en el internado y cuya mayor afición consiste en espiar a las chicas mientras se duchan; en seguirlas por el centro e intentar acercamientos. Su sobreprotectora madre le regaña por ello, le dice que todavía es “demasiado joven” para pensar en chicas, que “ya llegará el momento”, que las muchachas del internado “son veneno” y que para el futuro deberá encontrar “una mujer que sea como yo” (es decir, como ella, su madre).

Irene desarrolla una fijación para con la nueva estudiante Thérese. Le ordena, ya a la mañana siguiente de haber llegado, que haga todas las camas; junto con otra chica llamada Susanne. Ésta le cuenta cómo “funciona todo” en la residencia: Normalmente nunca hay hombres, pero una vez cada tres semanas viene a los alrededores un leñador llamado Henry. Las chicas se lo echan a suertes, y cada vez le toca a una irse por unas horas con él (sin que se entere la directora, por supuesto). También está el hijo de la Forneau, cuenta Susanne, pero ese es todavía prácticamente un niño, y además tiene una relación con Isabelle, otra de las compañeras. Isabelle, de 15 años, es la única a la que el hijo de la directora le parece interesante.

Louis se encuentra con Isabelle a escondidas de su castrante madre siempre que tiene la oportunidad. Una tarde se refugian en una habitación, pero escuchan pasos que se aproximan amenazadoramente… Poco después la misteriosa persona se retira. Los adolescentes no saben quién ha podido estar vigilándoles…

Thérese es llamada a la presencia de Irene. Ésta le pregunta si ya está al corriente de cómo “funciona todo” en la escuela… pues le había dejado con Susanne a propósito, porque a esa chica le gusta mucho hablar y estaba segura de que le contaría los “secretos” del internado. Irene le realiza una demostración de su poder a Thérese: Afirma que ella es la que más manda después de la directora, que depende de ella que las chicas se encuentren o no con Henry sin que la Forneau se entere, y que las chicas coman bien o no, de que vivan tranquilamente o sean represaliadas… Irene, cuyas inclinaciones sáficas se van haciendo más que evidentes, le dice a Thérese que si quiere evitar problemas, tendrá que obedecerla “en todo”…

Esa noche, cuando las chicas se disponen a acostarse, Isabelle encuentra bajo su almohada una llave y una nota. En el baño lee el papel: Louis le escribe que la estará esperando en el invernadero y que ella podrá entrar con esa llave. Cuando todas duermen, Isabelle se escabulle sigilosamente de la gran habitación, sale de la residencia y entra en el invernadero… Una vez allí un brazo aparece desde detrás, y una figura sombría apuñala a la quinceañera hasta la muerte…

A la mañana siguiente, la directora interroga a las muchachas por la desaparición de Isabelle. Ya es la cuarta que ha “escapado” en los últimos meses, y Madame Forneau quiere saber si tuvo cómplices que la ayudaran a evadirse…

Ese mismo día, las chicas van a ducharse – siempre bajo la atenta mirada de la Forneau. Entre las jóvenes se encuentra de nuevo Catherine, a quien le ha sido conmutada la pena de aislamiento. El hijo de la directora, por su parte, se introduce en una especie de tubo que comunica la sala de las calderas con las duchas. Desde el otro extremo del tubo, a través de unas rendijas, el mozo acostumbra a espiar a las muchachas mientras se duchan. Pero ésta vez, cuando quiere salir de allí, se da cuenta con horror que alguien ha cerrado la portezuela de metal de la sala de calderas. El joven se ha quedado atrapado en el interior del tubo…

Comentario

Ésta excelente película de suspense y misterio con atmósfera gótica constituye la primera contribución a la gran pantalla del maestro Narciso “Chicho” Ibáñez Serrador, a quien no pocos aclaman como el Hitchcock hispano. Nacido en Uruguay en 1935, como hijo del actor asturiano Narciso Ibáñez Menta y de la actriz argentina (de origen valenciano) Pepita Serrador, Chicho alcanzaría la celebridad en España durante los años ´60 gracias a la emisión de sus “Historias para no dormir”, inquietantes mediometrajes televisivos basados mayormente en relatos de autores como Edgar Allan Poe o Ray Bradbury, e incluyendo también otros de cosecha propia, que acostumbraba a firmar con el pseudónimo de Luis Peñafiel.

“La Residencia” (que en España fue todo un éxito de taquilla en su momento) es muy reminiscente en su estilo visual y temático del giallo italiano en general y del cine de Dario Argento en particular – que por cierto es posterior a ésta obra maestra de Ibáñez Serrador. El visionado de “La Residencia” podría haber inspirado a Argento para su “Phenomena” (1985) también ambientada en un estereotípico internado femenino.

Cuando en el internado se producen desapariciones, la “versión oficial” es que las chicas han escapado… Pero pronto comienza a extenderse el rumor de que un asesino en serie anda suelto. El miedo y la incertidumbre se apodera de Thérese (quien había ya notado algo extraño nada más llegar), así como de sus compañeras.

La veterana Lilli Palmer, de origen alemán, interpreta a la severa Madame Forneau. El resto del reparto está compuesto por bellas y desconocidas jovencitas, la mayor parte españolas (o inglesas,como Mary Maude y Pauline Challoner).

Chicho Ibáñez Serrador realizó auténticos malabares para esquivar a la censura (pues la película fue filmada y estrenada en la España franquista). Sobre todo teniendo en cuenta lo escabroso del tema y el picante tono de erotismo – que aunque sutil es omnipresente, y que en algunos casos contiene incluso toques lésbicos y sadomasoquistas.

El lento pero siempre intenso e intrigante desarrollo de la trama está realizado de forma magistral. La melancólica banda sonora corre a cargo del argentino Waldo de los Ríos – compositor también de la música de la segunda película de Chicho, la igualmente maravillosa “Quién puede matar a un niño” (1977), así como de la banda sonora de la popular serie televisiva “Curro Jiménez” (1976).

FHP, febrero de 2016

16 comentarios en “La Residencia – Narciso Ibáñez Serrador, 1970

    • Gracias por el elogio, Reverendo! Ayer escuché vuestro excelente podcast sobre «La Residencia»; valiosas informaciones y grandes análisis. Ignoraba (o había olvidado completamente) que Cristina Galbó participó también en «No profanar el sueño de los muertos» (película que reseñé en su día), en «Cosa avete fatto a Solange» y hasta en Curro Jiménez!

      Cierto, es una lástima que alguien con tanto potencial para el fantaterror como Chicho sólo hiciera éstas dos películas – y la culpa de eso la tiene probablemente el «Un, dos, tres». Pero también los mediometrajes de las «Historias para no dormir» deben ser reivindicados, y ya iré subiendo mis reseñas (entre mis favoritos está «El televisor», «Freddy», «La alarma», «El trapero» y «El fin empezó ayer»)

      Próximamente, tras revisionar «Quién puede matar a un niño» y «Thriller» (hace muchos años que no las he visto) escucharé también vuestros respectivos podcasts de Aguas Turbias.

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