Trilogía Hanzo the Razor / Goyokiba (Parte III): ¿Quién tiene el oro? – Yoshio Inoue, 1974

Hanzo el Navaja: ¿Quién tiene el oro? (V.O. Goyōkiba: Oni no Hanzō yawahada koban, a.k.a. “Hanzo the Razor: Who’s Got the Gold?”)

Japón, 1974

Director: Yoshio Inoue

Género: Chanbara, jidaigeki

Guión: Kazuo Koike, Takeshi Kanda, Yasuzo Masumura

Intérpretes: Shintaro Katsu (Hanzo), Ko Nishimura (Magobei Onishi), Mako Midori (Yumi), Mikio Narita (Bansaku Tonami)

Música: Hideaki Sakurai

Argumento

Los dos escoltas de Hanzo, “Víbora“ y „Fuego del Infierno“, se encuentran una noche pescando en las inmediaciones del castillo de Edo donde se custodian las reservas de oro. De repente perciben una extraña presencia: El fantasma de una mujer se les acerca amenazante. Los dos echan a correr despavoridos y regresan junto a su jefe. Éste, entre socarronas risas, les dice que lo lleven a éste lugar, pues nunca “se lo ha montado” con una fantasma… Hanzo y sus escoltas regresan, y la espectral mujer vuelve a aparecer. Pero el oficial de la policía shogunal intuye que el misterioso “fantasma” es en realidad una fémina de carne y hueso, y ordena a sus lacayos que la capturen. La mujer se lanza al río pero Hanzo se echa al agua tras ella y consigue apresarla. Además, “el Navaja” encuentra unas gruesas cañas de bambú en el fondo del río, y las saca fuera. La “fantasma” y las cañas son transportadas hasta la casa del agente.

De un certero tajo con su katana, Hanzo corta por la mitad las huecas cañas de bambú, descubriendo que en su interior se encontraba toda una fortuna en monedas de oro. El oficial adivina el procedimiento de los delincuentes: Éstos rellenaban las huecas cañas con el oro en el interior del castillo para lanzarlas desde la ventana al vecino río. De ahí sus cómplices las transportarían al lugar indicado por los cabecillas de la banda. La misión de la mujer disfrazada de “fantasma” consistía en ahuyentar a aquellos pescadores y paseantes que frecuentasen la zona.

Ahora Hanzo trata de hacerle confesar a la mujer quién le encargó su trabajo como “fantasma” (función de “espanta-humanos” en lugar de espantapájaros)… Inicialmente, la detenida se niega a hablar, pero Hanzo conoce un método infalible (ya empleado en las anteriores entregas de la trilogía)… La ensartará con su falo (cual oriental Príapo) mientras la “torturada” se encuentra desnuda en una malla de cuerdas que los servidores de Hanzo van izando y bajando rítmicamente. Como siempre en esos casos, la mujer sometida al peculiar juego sexual se resiste al principio pero poco después gime extasiada: “No, eso no! … No! No… No pares!!” Hanzo repone: “Si no hablas, pararé!”. La chica termina explicando que debía interpretar el papel de fantasma por órdenes de su marido: Un samurai encargado de la custodia del tesoro. Hanzo explota furibundo, ante la idea de que un samurai sea capaz de cometer tan indigno deshonor: Robar de las arcas del estado. Pero antes de que la joven revele el nombre de su esposo, y mientras el oficial sigue penetrándola, una daga se clava en sus carnes. De inmediato, un comando de ninjas fuertemente armados entran en tropel en casa de Hanzo. Los dirige el samurai Chozaburo Kato, el encargado de la custodia del oro en el castillo y marido de la “fantasma”, a la que acaba de asesinar.

Kato explica, tras quitarse la máscara de ninja, que se veía obligado a participar en el robo del oro porque su sueldo era demasiado bajo… A continuación ordena a sus hombres que maten a Hanzo. Pero éste reacciona de inmediato presionando los mecanismos en la estancia que hacen que lanzas, flechas y pinchos salgan de techos y paredes. Ello, unido a su maestría en la esgrima y el combate cuerpo a cuerpo, deja a todos los ninjas muertos o lesionados, hasta que sólo Kato queda en pie. Hanzo sabe que no es él el cerebro de la conspiración, y con el filo de su katana en el cuello trata de hacerle desembuchar. Pero también Kato es liquidado, ésta vez por un desconocido que logra escapar.

Hanzo deberá proseguir sus investigaciones, tirando del hilo para hallar a los máximos responsables del desfalco.

En la propiedad de un daimyo, el señor Hotta, Hanzo se reencuentra con su viejo amigo Heisuke. Éste es un samurai empobrecido que es presionado por Hotta para que le entregue una lanza que guarda como reliquia familiar. También allí, Hanzo presencia como el médico de Hotta es condenado a prisión por su “actitud rebelde”, y el oficial recibe la misión de conducirle a la cárcel. Pero Hanzo decide llevar al reo a su casa y ocultarlo en una habitación secreta que tiene preparada, pues algo que dijo sobre las “innovaciones de occidente” despertó su curiosidad. El doctor Sugino Genan está mortalmente enfermo, y él mismo sabe que no va a sobrevivir más de un mes.

Cuando Hebi-no-Magobei, el superior de Hanzo, descubre que Genan no ha llegado a la prisión como estaba previsto, monta en cólera y pide explicaciones al oficial al que se le había asignado su custodia. Mientras golpea y derriba con sus puños de hierro estatuas de budas de piedra de tamaño humano a modo de entrenamiento, Hanzo responde que “lamentablemente” se le “escapó”.

Al día siguiente, ante el daimyo Hotta, Hanzo promete apresar al fugitivo o darle muerte „en el plazo de un mes”… Mientras tanto, piensa el Navaja, Genan trabajará para él desde el escondite secreto fabricando un arma portentosa de tecnología occidental: Un cañón.

Hanzo descubre a través de sus espías que Yumi, la mujer de Hotta, acude con frecuencia al castillo del poderoso sacerdote ciego Kengyo, “a recibir clases de koto“(tradicional instrumento musical japonés semejante al arpa). Pero lo que en realidad va a hacer allí (como constata Hanzo) es participar en orgías con los clérigos, al igual que otras aristocráticas mujeres casadas. Haciendo presión sobre Yumi (chantajeándola con revelar a su marido sus escarceos, y usando con ella sus ya conocidos métodos fálicos), Hanzo averigua que Kengyo y Hotta son los jefes de la red de ladrones del tesoro nacional, y que además se dedican a especular con el dinero del estado y a prestarlo con usura…

Comentario

Ésta es la tercera y última entrega del tríptico sobre el héroe mangaka Inami Kamisori Hanzo, el incorruptible y ultrapotente oficial de la policía de Edo al servicio del shogun. Cada una de las tres películas fueron dirigidas por directores diferentes: La primera por Kenji Misumi (realizador de grandes joyas del género jidaigeki como varias Zatoichi y algunas de la saga de Kozure Okami), la segunda por Yasuzo Masumura (especialista en films de yakuza que tuvo a Yukio Mishima trabajando a sus órdenes) y ésta tercera por el menos conocido Yoshio Inoue.

En mi opinión, la mejor de las tres es la segunda, cuyo título internacional es „Hanzo the Razor: The Snare“, pero todas son buenísimas. Ésta “Who´s got the gold” también tiene deliciosos y remarcables momentos (y como la mayoría de las jidaigeki, aporta valiosa información histórica y cultural para japanófilos).

Hanzo no tolera que nadie practique la usura ni la especulación con dinero nacional, y no duda en enfrentarse (a cañonazos, si es necesario) contra quienquiera que practique tales injusticias, tenga el rango que tenga, sea samurai, daimyo o sacerdote. Ambos jefes de la trama reciben su merecido, y Hanzo termina enfrentándose en singular duelo a su oponente más capacitado: Bansaku, el guardaespaldas de Kengyo.

El “médico rebelde” al que Hanzo protege, era un honorable erudito que tenía buenas intenciones para con su país. Corría el año 1850 y los occidentales trataban de apropiarse de los recursos del Japón. Genan quería combatirlos con sus propios medios, fabricando armas modernas como cañones para contenerlos y evitar así ser invadidos. Pero “la vieja guardia” del shogunato (aquella que le condenó por “rebelde”) seguía empecinada en aislarse completamente del mundo exterior (incluyendo los avances tecnológicos procedentes de ese exterior). Genan y otros como él tenían razón, ello se demostraría pocos años más tarde, tras la llegada del comodoro Perry en 1853. Pues es imposible defenderse con espadas y lanzas de los cañonazos norteamericanos e ingleses… El shogunato sería abolido en 1868.

Del mismo modo que cada una de las tres partes fue dirigida por un cineasta diferente, también tres compositores distintos se encargaron de las respectivas bandas sonoras: Kunihiko Murai, Isao Tomita y Hideaki Sakurai. Tomita es uno de los pioneros de la música electrónica y de la llamada “space music”, con un estilo muy similar al de los alemanes Tangerine Dream o al del francés Jean Michel Jarre. Probablemente su banda sonora para la segunda Goyōkiba (The Snare) contribuye a que esa sea mi predilecta de la trilogía. En general, la música de las películas de Hanzo es típicamente setentera, con grandes influencias funkys.

FHP, 2015

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